El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, anunció medidas para restringir el uso de Tylenol, la marca comercial más popular de paracetamol en el país, dirigidas específicamente a mujeres embarazadas y recién nacidos. Durante una conferencia de prensa, Trump asoció directamente el consumo de este medicamento con un aumento en los casos de trastorno del espectro autista (TEA), una afirmación que contradice la posición mayoritaria de la comunidad médica y científica, que considera el fármaco seguro y necesario para tratar afecciones durante la gestación. El mandatario insistió en más de diez ocasiones con la frase «no consuman Tylenol, no se lo den a los niños», formalizando una postura que su Administración ha decidido adoptar oficialmente.
Para contextualizar su decisión, Trump se apoyó en los datos más recientes de la Red de Monitoreo del Autismo y las Discapacidades (ADDM), que indican que en Estados Unidos 1 de cada 31 niños es diagnosticado con TEA, una cifra que representa un incremento respecto al ratio anterior de 1 cada 36. El presidente calificó esta situación como «una crisis terrible» y justificó la necesidad de una intervención inmediata. Ordenó que el medicamento sea etiquetado con una advertencia visible en los puntos de venta y argumentó que «no hay ninguna desventaja en no tomarlo» durante el embarazo, recomendando su uso únicamente en casos de «fiebres extremas» y bajo estricta supervisión médica.
El secretario de Salud, Robert Kennedy Jr., secundó las declaraciones del presidente y criticó abiertamente la labor de los Institutos Nacionales de Salud (NIH). Kennedy afirmó que el organismo se ha centrado durante años en «investigaciones políticamente seguras y totalmente infructuosas» sobre los factores genéticos del autismo, descuidando, en su opinión, el análisis de causas ambientales. «Eso sería como estudiar los factores genéticos del cáncer de pulmón sin analizar los cigarrillos», ilustró durante su intervención. Anunció que la FDA emitiría una comunicación oficial a los médicos alertando sobre los riesgos del paracetamol en el embarazo y que iniciaría los trámites para modificar la información de seguridad en el etiquetado del fármaco.
Como parte de su estrategia, la Administración también aprobó la leucovorina, un medicamento genérico utilizado comúnmente en tratamientos contra el cáncer o la anemia, como una opción terapéutica para niños con autismo y deficiencia cerebral de folato. Según explicaron las autoridades, un estudio habría demostrado que dos tercios de los niños con esta condición experimentaron mejorías en sus síntomas, algunas de ellas notorias, tras el tratamiento. Kennedy enfatizó que la directriz del presidente fue «hacer lo correcto médicamente, ser audaces y no preocuparse por las corporaciones ni los grupos de presión».
En un intento por reforzar su argumentación, Trump recurrió a una anécdota no verificada sobre Cuba. «Hay un rumor, que no sé si es cierto o no, de que en Cuba no tienen Tylenol porque no tienen dinero para ello y virtualmente no tienen autismo. Y hay otras partes del mundo que no tienen Tylenol y no tienen autismo. Eso ya dice mucho», explicó el mandatario, sugiriendo una correlación inversa entre la falta de acceso al medicamento y una baja incidencia del trastorno.
Estas declaraciones se producen en el marco de una serie de acciones emprendidas por el Gobierno para reorientar las políticas de salud pública, que incluyen cambios en los esquemas de vacunación infantil. Trump sugirió que sería preferible administrar las vacunas en cuatro o cinco etapas diferentes en lugar de «en una sola visita», alegando que inyectar a un «niño frágil» con «un recipiente con 80 vacunas diferentes» podría ser perjudicial. «Lo ideal sería que una mujer no tomara Tylenol y tampoco tantas vacunas. Sería mejor», añadió, a pesar de que la correlación entre las vacunas y el autismo ha sido repetidamente desmentida por la evidencia científica.