La Luz del Mundo entrenaba una guardia secreta con réplicas de fusiles

En un despliegue de rigor casi teológico, las fuerzas celestiales terrenales –alias Ejército y Guardias Civil y Nacional– ejecutaron una divina intervención para detener a treinta y ocho apóstoles de la fe armada. Estos iluminados, bajo el amparo de la iglesia de Naasón Joaquín García, se consagraban a oscuros ritos de instrucción táctica en las sagradas montañas de Vista Hermosa, Michoacán.

El botín de la cruzada secular no fue oro ni reliquias, sino un arsenal de salvación: un arma corta calibre 9 milímetros (para exorcismos de corto alcance), diecinueve réplicas de fusiles de asalto (símbolos de una fe inquebrantable, aunque de plástico), cuchillos tipo militar (para cortar el pan de la comunión con precisión quirúrgica) y un simulador de artefacto explosivo (para simular el poder explosivo de la palabra divina). Todo ello complementado con equipo táctico que, sin duda, es la nueva sotana del creyente moderno.

Los devotos, miembros de la hermandad secreta “Jahzer”, vestían de riguroso luto operativo, porque ¿acaso la protección de los templos no merece el mismo fervor que una misa de domingo? Su propósito, alegan, era proteger templos, líderes y eventos masivos. Una noble causa que, por supuesto, justifica cualquier entrenamiento paramilitar lejos de miradas profanas.

Las autoridades, en su infinita incredulidad, se tomaron la molestia de investigar esta versión edulcorada. Mientras, el camión de pasajeros Mercedes Benz esperaba paciente, quizás para transportar al rebaño hacia el reino de los cielos… o hacia el próximo campo de entrenamiento clandestino. Una parábola moderna sobre la delgada línea entre la fe y la milicia.

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