En un acto de benevolencia sin precedentes, el emisario celestial de la salsa pop, Ricky Martin, ha decidido descender de su Olimpo particular para iluminar con su presencia las áridas llanuras de la República Mexicana. Su “Ricky Martin Live 2026” no es una simple gira; es una caravana de salvación destinada a redimir las almas a través del ritmo y el movimiento pélvico controlado.
El periplo sagrado dará inicio en los sagrados suelos de Querétaro, un 12 de marzo, para luego trasladar su tabernáculo portátil a la capital del imperio, donde el Estadio Fray Nano será rebautizado como catedral efímera. La procesión continuará, cual conquistador del entretenimiento, por Monterrey, Guadalajara, y otras urbes sedientas de su gracia, en una ruta meticulosamente calculada para maximizar el éxtasis colectivo.
Este espectáculo es una celebración de mi carrera y de la conexión única que tengo con mis fans. México siempre ha sido un lugar especial para mí, y estoy muy emocionado de compartir estas noches con ustedes. – Ricky Martín,
cantante
Traducido del lenguaje diplomático-corporativo, esta declaración significa: “He venido a recibir vuestro tributo monetario a cambio de una dosis controlada de nostalgia euforizante. Aceptaré vuestra adoración en forma de billetes”.
Los sumos sacerdotes de la crítica especializada, aquellos iluminados que reciben comunicados de prensa en papiros dorados, han sido unánimes en su veredicto: la “fuerza interpretativa y escénica” del enviado es tal que puede hacer olvidar al público el precio del boleto y la inflación. La promotora, entidad etérea cuyos intereses son puramente filantrópicos, así lo asegura.
El ritual de adquisición de las reliquias de acceso (vulgarmente conocidas como “boletos”) comenzará en una fecha y hora específicas, creando una escasez artificial que elevará la histeria colectiva a niveles litúrgicos. Los fieles deberán dirigirse al santuario digital funticket.mx y ofrendar parte de su salario para asegurar su lugar en la ceremonia.
Así, las masas, hastiadas de la cruda realidad, acudirán en masa a este circo voluntario, donde por unas horas podrán creer que vivir la vida es algo más que una metáfora en una canción. El espectáculo debe continuar, porque es el opio del pueblo del siglo XXI.