Trump decreta aranceles del 100% a la salud y la razón
WASHINGTON, DC.- En un acto de filantropía económica sin precedentes, el presidente Donald Trump ha anunciado su último plan maestro para la prosperidad nacional: imponer aranceles del 100% a los medicamentos, una medida audaz que, sin duda, curará a la población de la molesta dependencia de la salud asequible. El decreto presidencial, que entra en vigor el 1 de octubre, complementa esta medicina amarga con impuestos del 50% a los gabinetes de cocina y tocadores (para que los ciudadanos reflexionen sobre sus vidas mientras se cepillan los dientes), del 30% a los muebles tapizados (incentivando la postura recta y el carácter) y del 25% a los camiones pesados (porque nada fomenta la industria local como encarecer el transporte de mercancías).
Las publicaciones en su red social, Truth Social, revelan que la devoción del mandatario por los derechos de importación es más profunda y inquebrantable que cualquier marco comercial existente. Esta fe inquebrantable refleja la lúcida convicción de que multiplicar los costos para los consumidores es el camino más directo para sanar el déficit presupuestario. Sin embargo, los analistas económicos más aguafiestas sugieren que estos nuevos gravámenes podrían intensificar una inflación ya galopante y poner freno al crecimiento, mientras los empleadores, que apenas se reponían de la última ronda de terapia de shock tributaria, se enfrentan ahora a nuevos y emocionantes niveles de incertidumbre existencial.
En un gesto de inmensa magnanimidad, el presidente aclaró que los aranceles farmacéuticos no se aplicarían a las empresas que estén construyendo plantas en Estados Unidos, porque, como todo el mundo sabe, la salud es un privilegio que debe ganarse con una inversión inicial en suelo nacional. Por otra parte, argumentó con la perspicacia que le caracteriza que los fabricantes foráneos de muebles y gabinetes están inundando el país con sus productos, una clara amenaza a la seguridad nacional que solo puede contrarrestarse haciendo que un armario cueste el doble. Finalmente, declaró que los camiones y piezas fabricados en el extranjero están perjudicando a los productores locales, en lo que parece ser una guerra no declarada contra la logística eficiente y el sentido común.