El Sublime Ministerio del Balompié Patriótico Anuncia su Nuevo Elenco
En un acto de trascendencia cuasi divina, el Excelentísimo Strategos Javier Aguirre, nuevo sumo sacerdote del balón, ha descendido del Olimpo para develar los nombres de los veinticinco elegidos que cargarán sobre sus hombros las esperanzas de una nación sedienta de gloria. La misión: enfrentarse a dos temibles tribus del sur, Colombia y Ecuador, en el marco de los sagrados rituales conocidos como Fecha FIFA.
El primer sacrificio, perdón, el primer encuentro, tendrá lugar en el coliseo moderno del AT&T Stadium, templo de guerreros con casco donde los dioses del fútbol intentarán no quedar empequeñecidos por la pantalla gigante. Posteriormente, la procesión regresará al santuario nacional del Estadio Akron, una catedral que, irónicamente, aún espera albergar un milagro mundialista.
Lo más notable de esta nómina celestial es la ausencia de los próceres que militan en las lejanas tierras europeas. Raúl Jiménez, Edson Álvarez y Guillermo Ochoa, entre otros, han sido excusados por el deber superior de no perder su lugar en sus clubes, una herejía capital en la nueva doctrina. Su lugar lo ocupan una cohorte de nuevos mártires y prodigios resucitados.
La lista, un documento que se analiza con la minuciosidad de un manuscrito sagrado, revela las joyas de la corona:
- Guardianes del Arco: Luis Ángel Malagón, Raúl Rangel y el retorno del justiciero Carlos Acevedo, quien vuelve para recordar que los héroes locales también existen.
- Muros de la Patria: Kevin Álvarez lidera una falange de defensores junto a Israel Reyes, Mateo Chávez y el siempre polémico Jesús Gallardo.
- Arquitectos del Juego: Carlos Rodríguez, Orbelín Pineda y la sorpresa de la velada, Alexis Gutiérrez, acompañados del retorno del nómada Luis Romo.
- Verdugos del Area: Santiago Giménez, el hombre del momento, compartirá proa con Julián Quiñones, Germán Berterame y los eternamente prometedores Hirving Lozano y Diego Lainez.
Así, el Gran Teatro del Fútbol Nacional levanta el telón una vez más. La misma obra, con algunos actores nuevos, la misma expectativa desmedida y el mismo público, siempre fiel, que espera que esta vez, por fin, la comedia no se convierta en drama.