El costo humano de la negligencia en Los Mochis

En un sublime ejercicio de la rutina nacional, la Fiscalía General del Estado ha iniciado el sagrado ritual de las investigaciones. El objeto de su escrutinio: un espectáculo pirotécnico de alto calibre, consistente en el incendio y subsecuentes explosiones de cuatro pipas repletas de diésel. El escenario, meticulosamente elegido, fue un área contigua a una estación de combustible y un paradero de descanso para choferes, en la salida sur de Los Mochis. El trágico epílogo de esta función fue la ofrenda humana de un adolescente, Víctor Manuel “N”, de 17 primaveras.

La sinfonía del desastre comenzó con una llamada a las líneas de emergencia la tarde del jueves. El mensaje: en un patio de maniobras, ese templo del progreso junto a la carretera México-Nogales, una pira moderna se elevaba hacia el cielo, alcanzando con su beso ígneo a una caja de tráiler que tuvo la osadía de estar estacionada en el lugar equivocado.

El incendio, con un apetito voraz, devoró cuatro pipas que, en un acto de fe logística, estaban atiborradas de diésel. El balance de esta combustión espontánea: tres personas transformadas en antorchas humanas. El joven Víctor Manuel “N” tuvo el dudoso honor de ser el participante más comprometido con el evento, recibiendo lesiones que abarcaron la totalidad de su cuerpo, una ofrenda completa al dios de la negligencia.

Mientras tanto, los trabajadores del patio de maniobras, los ciudadanos Edgar Adrián “N” (34 años) y Jesús Bridel “N” (26 años), fueron premiados con quemaduras que decoran entre el 20 y el 40 por ciento de sus anatomías, disfrutando ahora de una estadía hospitalizada a cargo del sistema de salud.

En un giro tragicómico, la benevolente fundación Shriners Internacional extendió una mano caritativa, ofreciendo a la familia del adolescente el traslado a una clínica especializada para pacientes con quemaduras en el paraíso terrenal de Estados Unidos. Sin embargo, en un acto de cruel ironía, el estado de su salud era tan delicado que el destino le negó incluso la posibilidad de ser movilizado. La esperanza, como suele suceder, llegó con retraso.

El desenlace final fue anunciado por el personal del hospital, donde el menor recibía tratamiento médico. Notificaron a las autoridades judiciales su fallecimiento, para que su caso sea debidamente archivado en la carpeta de investigación que busca las causas del monumental incendio. La hipótesis oficial más poética sugiere que todo se originó por un corto circuito en una de las pipas cargadas de combustible. Un chispazo insignificante, un destello minúsculo, como metáfora perfecta de cómo las pequeñas fallas en un sistema descuidado pueden generar un holocausto que consume sueños, cuerpos y vidas enteras.

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