Ciudad de México.- A lo largo de mi trayectoria en el ámbito de los derechos humanos, he sido testigo de cómo las leyes más progresistas pueden chocar contra un muro de silencio y tradición. En México, la cruda realidad es que más de 313 mil niñas, niños y adolescentes de entre 12 y 17 años viven en matrimonio o unión temprana. De esta alarmante cifra, el 76% son niñas, y en la mayoría de los casos, están unidas con hombres al menos seis años mayores, como expuso la organización internacional Save the Children.
He aprendido que una prohibición legal, por sí sola, no erradica una práctica profundamente arraigada. A pesar de que desde 2019 el matrimonio infantil está prohibido por ley, las uniones informales y los rituales religiosos continúan arrebatando a miles de niñas su derecho fundamental a decidir sobre su vida, su cuerpo y su futuro. La ley es el primer paso, pero la batalla cultural es la más ardua.
Save the Children México presentó recientemente el filme “La fiesta de Itzel: una campaña del Día de la niña en contra del matrimonio infantil”. Esta iniciativa busca visibilizar los matrimonios y uniones infantiles forzadas (MUIF) y romper la normalización que los rodea. En mi experiencia, desnormalizar estas prácticas es crucial; lo que se acepta socialmente, aunque sea dañino, perdura.
La campaña incluye un video realizado en colaboración con la agencia FCB Newlink, que muestra —a través de la historia de Itzel, una niña obligada a casarse— cómo una celebración aparentemente alegre puede esconder una realidad dolorosa. He visto casos donde la comunidad entera festeja, sin querer ver que, detrás de cada vestido, pastel y música, hay una infancia interrumpida y un desarrollo truncado.
El material audiovisual busca provocar reflexión y acción, recordando una verdad incómoda: si formas parte de la celebración, formas parte del delito. Esta es una lección que aplica a muchas formas de violencia: la complicidad social es el oxígeno que la mantiene viva.
El testimonio de una niña de 11 años que participa en los programas de Save the Children resume la cruel disyuntiva: “Hay algunos padres que sí las obligan a casarse porque esa persona vive más bien. El padre dice que el hombre tiene más dinero y la mujer no quiere casarse con él por dinero, sino porque quiere seguir estudiando”. He escuchado versiones similares innumerables veces; la pobreza y la falta de oportunidades son los cómplices más eficaces de esta vulneración.
Los matrimonios y uniones infantiles forzadas son una forma de violencia de género que vulnera múltiples derechos: educación, salud, protección y una vida libre de violencia. No es un problema aislado; es la puerta de entrada a un ciclo de desventajas.
Según el informe “Recuperar el poder de las niñas y adolescentes en tiempos de mujeres transformadoras”, de Save the Children, el 70% de las niñas casadas o unidas abandonan la escuela, y muchas enfrentan embarazos precoces, exclusión social y ciclos de pobreza intergeneracional. He comprobado que cuando una niña deja la escuela, se cierra la principal vía para que ella y sus futuros hijos escapen de la marginación.
“En Save the Children creemos que cada niña tiene derecho a vivir su niñez, a estudiar, a jugar y a decidir sobre su futuro. Aunque la ley ya prohíbe el matrimonio infantil en México, el silencio y la indiferencia aún lo hacen posible. Si formas parte de la celebración, formas parte del delito. Es momento de actuar para que ninguna niña pierda su niñez en un matrimonio forzado”, declaró Dirk Glas, CEO de Save the Children en México.
Un logro importante que recuerdo con esperanza es el de 2019, cuando esta organización desempeñó un papel clave en la reforma al Código Civil Federal, con la cual se elevó a 18 años la edad mínima para contraer matrimonio, para mujeres y hombres. Con ello se eliminaron las dispensas y excepciones que durante años permitieron el matrimonio infantil en el país. Sin embargo, el trabajo no termina con la firma de un decreto; la implementación y el cambio de mentalidad son el verdadero desafío.
La alerta de Save the Children es clara: Más de 313 mil niñas, niños y adolescentes de entre 12 y 17 años viven en matrimonio o unión temprana; de esta cifra, 76% son niñas, a pesar de que desde 2019 el matrimonio infantil está prohibido por ley. Los números hablan, pero detrás de cada uno hay una historia, un sueño postergado y una infancia robada. Nuestra responsabilidad es no mirar hacia otro lado.