Una Respuesta Integral desde la Experiencia en Política Social
En mis años de trabajo en el ámbito social, he aprendido que las noticias más impactantes, como la reciente detención de un adolescente vinculado al crimen organizado en Tabasco, suelen ser el síntoma de un problema mucho más profundo. No se trata solo de un “menor infractor“, sino de una trayectoria de vida donde las oportunidades brillaron por su ausencia. He visto de primera mano cómo un joven sin opciones puede convertirse en el activo más valioso para la delincuencia.
La Presidenta Claudia Sheinbaum Pardo ha anunciado una estrategia que resuena con una lección que aprendí en el terreno: es más efectivo y humano construir bardas de oportunidades que muros de contención. La iniciativa, que combina becas de inclusión, la construcción de centros comunitarios de alto rendimiento “México Imparable” y la expansión del programa “Pilares“, no es una simple transferencia de recursos. Es un reconocimiento de que el tejido social se repara con inversión tangible en el potencial de la gente.
Recuerdo un proyecto comunitario donde, con recursos limitados, logramos reinsertar a varios jóvenes. El anuncio de que se beneficiará inicialmente a 20 mil jóvenes con estos estímulos educativos y deportivos me parece un punto de partida ambicioso. La clave, y esto es algo que solo la práctica te enseña, no está en la cantidad, sino en el seguimiento personalizado. El éxito de estos programas reside en tocar “casa por casa”, como ella misma mencionó, entendiendo las dinámicas familiares y los riesgos específicos de cada comunidad.
Más Allá del Deporte: Una Estrategia Multidisciplinaria
La mención a los centros “México Imparable” es particularmente significativa. He comprobado que un gimnasio o una cancha no son solo lugares para hacer ejercicio; son santuarios donde se forjan la disciplina, la autoestima y un sentido de pertenencia. La idea de que los jóvenes pasen cuatro o cinco horas diarias en actividades físicas y culturales es un antídoto poderoso contra el ocio que suele ser el caldo de cultivo para la delincuencia.
Sin embargo, la parte más visionaria de este plan, desde mi perspectiva, es la integración de la atención psicológica y el programa para abordar las implicaciones del uso excesivo de las redes sociales. En campo, hemos visto cómo la ansiedad y la depresión juvenil, exacerbadas por la adicción a las pantallas, son factores de riesgo igual de graves que la pobreza. Atacar este problema de frente demuestra una comprensión moderna y compleja de las nuevas vulnerabilidades.
Finalmente, la decisión de financiar esto con recursos del Instituto para Devolver al Pueblo lo Robado es simbólicamente poderosa. En mi carrera, siempre he sostenido que los recursos recuperados de la corrupción deben tener un destino que los ciudadanos puedan ver y sentir. Invertirlos en el futuro de los jóvenes no es solo una política pública; es un acto de justicia poética y restauración del contrato social.