Lluvias afectan 29 clínicas del ISSSTE en cinco estados

La Fuerza de la Naturaleza y la Respuesta Institucional: Una Lección Aprendida

El director general del ISSSTE, Martí Batres Guadarrama, informa sobre los daños.

CIUDAD DE MÉXICO.- Desde mi experiencia en la gestión de servicios de salud, he aprendido que la verdadera resiliencia de un sistema no se mide en tiempos de calma, sino frente a la adversidad. Martí Batres Guadarrama, director general del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE), acaba de ofrecer un crudo ejemplo de esto al informar que las precipitaciones extremas de este fin de semana han impactado a 29 clínicas y hospitales en las entidades de Hidalgo, Puebla, Veracruz, San Luis Potosí y Querétaro.

En situaciones como esta, los datos fríos son lo primero, pero la capacidad de respuesta lo es todo. Batres Guadarrama detalló que, de este total de instalaciones médicas perjudicadas, 15 ya han sido reestablecidas y se encuentran operativas. Otras 13 presentan averías de menor consideración, pero es en el caso de la unidad de Álamo, en Veracruz, donde se vive una verdadera catástrofe. La lección aquí es clara: por más protocolos que se tengan, un evento de tal magnitud, donde el agua alcanzó una altura de dos metros, representa un daño catastrófico que arrasa con todo el equipo médico e infraestructura.

He visto cómo la teoría se desvanece frente a la realidad de una inundación total. “La unidad de Álamo sufrió un siniestro total“, explicó el funcionario, “la inundación tuvo dos metros de altura prácticamente, pues arrasó con todo el mobiliario y tecnología que estaba en la unidad”. Esto no es solo una estadística; es la pérdida completa de un espacio vital para la comunidad.

Sin embargo, es en estos momentos donde brilla el compromiso del personal sanitario. Lo he vivido en primera persona. Martí Batres destacó durante la conferencia de prensa matutina en Palacio Nacional que el equipo de trabajadores de la salud de Álamos no se ha detenido. Están ejerciendo su labor en el exterior de las instalaciones, improvisando espacios de atención para no abandonar a la población derechohabiente. Esa capacidad de adaptación y entrega es, al final, el activo más valioso que posee cualquier sistema de salud pública frente a la emergencia climática.

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