En un giro cómico digno del más absurdo teatro del esperpento, el archifamoso exgobernador veracruzano Javier Duarte, actualmente disfrutando de alojamiento gratuito en instalaciones penitenciarias, ha emitido desde su celda un tratado de estadística hidrometeorológica que explica por qué su otrora reino se ahoga en miseria y agua estancada.
El ilustre reo, cuyas habilidades contables fueron tan celebradas por la justicia federal, diagnosticó con precisión quirúrgica cómo sus sucesores en el gobierno -dos perfectos incompetentes- se dedicaron con saña burocrática a desmantelar su brillante legado, ese mismo que le valió tan cálida acogida en el sistema penitenciario mexicano.
“Durante mi casi sexenio dorado,” proclama el estadista encarcelado con la solemnidad de un catedrático, “los huracanes llegaban cabizbajos, casi pidiendo permiso para tocar tierra. Nuestro sistema de protección civil era tan eficaz que las nubes se disolvían al ver nuestros atlas de riesgo.” Mientras, los ríos Cazones y Pantepec, notablemente analfabetos de estos protocolos, siguen desbordándose con vulgar entusiasmo.
Duarte, experto en flujos de capital tanto líquidos como monetarios, recuerda con nostalgia cómo en su época no necesitaban esperar al gobierno federal: “Cuando el Presidente llegaba, nosotros ya habíamos contabilizado, clasificado y redirigido hasta la última gota de ayuda.” Un sistema tan eficiente que algunos fondos, según testigos, nunca encontraron camino de regreso.
La perla final de su discurso llega al condenar el populismo fotogénico: “Yo no necesitaba tomarme fotos con el agua a la cintura,” afirma el hombre que demostró que se puede nadar en abundancia sin mojarse los pies. “Mi prioridad era resolver problemas, no ganar popularidad.” Una filosofía que, sin duda, explica su actual y discreto perfil público.
Así, desde la intimidad carcelaria, el maestro de obras hídricas envía su mensaje: el verdadero diluvio no vino del cielo, sino de la incapacidad de sus sucesores para mantener el sublime equilibrio entre naturaleza y gestión creativa de recursos que él tan magistralmente instituyó.