Detenidos por tráfico de fauna exótica en el Zócalo de la CDMX

Ciudad de México, 20 de octubre de 2025. — Una intervención coordinada entre elementos de la Secretaría de Seguridad Ciudadana y la Brigada de Vigilancia Animal culminó con la detención de dos individuos que fueron sorprendidos mientras trasladaban un caimán, un mono capuchino y una serpiente burmesa por las inmediaciones del Zócalo capitalino. El operativo se activó tras una denuncia ciudadana recibida la noche del sábado 19 de octubre, la cual alertaba sobre la presencia de personas movilizando animales exóticos en contenedores de plástico dentro del espacio público.

Al acudir al llamado, los oficiales localizaron a los dos sujetos en la confluencia de las calles Madero y Monte de Piedad, en la alcaldía Cuauhtémoc. Ambos individuos, con residencia registrada en el estado de Tamaulipas, transportaban tres cajas de características inadecuadas para el traslado de fauna. Al proceder con la inspección, los agentes descubrieron en el interior de estos contenedores un caimán de anteojos con la boca sujeta con amarre, una serpiente burmesa y un mono capuchino que portaba un collar con una cadena metálica adherida al cuello, un accesorio que limitaba severamente su movilidad natural.

Los detenidos, de 38 y 41 años de edad, se mostraron incapaces de presentar cualquier documentación que avalara la procedencia lícita de los especímenes o que autorizara su posesión. Ante la imposibilidad de acreditar la legal tenencia de los animales, ambos hombres fueron puestos a disposición de la Fiscalía Especializada en Delitos Ambientales y Protección Urbana, donde se determinarán las responsabilidades legales correspondientes. Por su parte, los tres ejemplares fueron puestos bajo la custodia inmediata de la Brigada de Vigilancia Animal, que los trasladó a sus instalaciones ubicadas en Xochimilco para una evaluación exhaustiva por parte de médicos veterinarios zootecnistas. Los animales permanecerán bajo observación clínica y etológica mientras las autoridades definen su destino final, el cual, en los mejores casos, podría ser un santuario o un centro de conservación especializado que pueda suplir sus necesidades biológicas y de bienestar.

Este incidente no es un hecho aislado, sino un reflejo de una problemática más amplia y persistente: el tráfico y la tenencia ilegal de fauna silvestre en entornos urbanos. La exhibición y el transporte de estas especies sin las condiciones mínimas de seguridad y bienestar no solo constituye una infracción administrativa y un delito ambiental, sino que conlleva riesgos significativos para la salud pública y la seguridad de la comunidad. Las especies exóticas pueden ser portadoras de zoonosis, enfermedades transmisibles a los humanos, y su manejo inexperto puede derivar en accidentes o en la liberación involuntaria de animales potencialmente peligrosos.

El marco legal mexicano, específicamente la Ley General de Vida Silvestre, es claro al respecto. Establece que la posesión, el acopio, el traslado y la comercialización de ejemplares de vida silvestre sin los permisos, registros y autorizaciones correspondientes emitidos por la autoridad competente pueden acarrear sanciones que van desde multas económicas sustanciales hasta penas de prisión, dependiendo de la gravedad del hecho y del estatus de conservación de la especie involucrada. Más allá del aspecto punitivo, subyace un impacto ecológico de gran magnitud. La extracción de fauna de sus hábitats naturales altera los ecosistemas, afecta las cadenas tróficas y contribuye a la disminución de poblaciones silvestres, muchas de las cuales ya se encuentran en alguna categoría de riesgo.

Las autoridades capitalinas han reiterado en múltiples ocasiones el llamado a la ciudadanía para reportar cualquier actividad sospechosa relacionada con el comercio o tenencia ilegal de animales silvestres. La colaboración social es una pieza clave para desarticular estas redes ilícitas. Es fundamental comprender que la fauna silvestre no es un objeto de colección o un símbolo de estatus; su lugar está en sus entornos naturales. La adquisición de estos animales, lejos de ser un acto de aprecio, perpetúa un ciclo de maltrato, sufrimiento y daño ambiental que, en última instancia, compromete la biodiversidad del país y el equilibrio de los ecosistemas de los cuales, como sociedad, dependemos.

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