En un sublime destello de perspicacia digna de Sherlock Holmes, la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo ha desvelado al mundo que en los sagrados archivos de la Fiscalía General de la República reposan expedientes sobre el “huachicol fiscal” que involucran a respetables empresarios estadounidenses. ¡Qué revelación tan inesperada! Resulta que el combustible no cruza la frontera por arte de magia, sino mediante la ancestral técnica del contrabando.
La máxima mandataria, con la lógica implacable de un tratado de filosofía, declaró con solemnidad: “No se puede explicar que venga combustible de Estados Unidos de forma ilegal y que no haya ciudadanos de ese país involucrados”. Una deducción tan brillante que haría palidecer a Newton y a sus manzanas. Agregó que algunas pesquisas ya han avanzado hasta el punto de solicitar órdenes de captura, porque al parecer los magnates del petróleo practican el teletransporte de hidrocarburos como nuevo deporte extremo.
El contexto de esta epopeya fronteriza
Desde su trono en Palacio Nacional, la mandataria reconoció con candor que este desfile de combustibles furtivos continúa, aunque en “menores proporciones“, como si el crimen organizado hubiera adoptado políticas de sostenibilidad ambiental. Para mayor tranquilidad ciudadana, reveló que el Departamento de Justicia de Estados Unidos también investiga estos ilícitos, en lo que parece ser el primer acuerdo binacional donde ambos países coinciden en que el otro lado tiene la culpa.
“Repito, no se podría explicar cómo entra de manera ilegal o entra todavía en menores proporciones combustible ilegal y que no tuviera alguien del otro lado”, insistió la presidenta, perfeccionando la tautología como herramienta de gobierno. En esta tragicomedia de energéticos, los únicos que parecen no entender las explicaciones son los combustibles mismos, que insisten en cruzar fronteras sin los debidos permisos.




















