La violencia persiste contra activistas triquis en Oaxaca

Una Crónica del Dolor Persistente en la Mixteca

Celso V.D., activista del MULT, fue la víctima más reciente en una larga lista.

Llevo años documentando la situación en esta región, y con cada nuevo informe, una sensación de déjà vu angustiante se apodera de mí. La violencia estructural en la zona triqui, un enclave profundamente lastimado en la Mixteca de Oaxaca, se repite con una crueldad cíclica. Este jueves, la noticia fue el hallazgo del cuerpo sin vida de Celso V.D., otro defensor con impactos de bala, dentro de un automóvil abandonado en la carretera local 15, entre Santiago Juxtlahuaca y Carrizal. Es el mismo patrón, una y otra vez.

El Modus Operandi de la Impunidad

Los reportes llegaron en la tarde-noche. Una camioneta solitaria en el paraje Tres Cruces fue el macabro descubrimiento. En su interior, yacía Celso V.D., natural de San Miguel Copala y miembro del Movimiento de Unificación de Lucha Triqui (MULT). He aprendido que estos lugares no son elegidos al azar; son mensajes. Mensajes de poder, de control territorial y de una impunidad que se ha enquistado.

La frialdad de las cifras es abrumadora: solo en lo que va de octubre, el saldo es de tres personas ejecutadas y tres más lesionadas por proyectiles de arma de fuego. La ofensiva contra los habitantes de las comunidades triquis de la zona baja es una realidad ininterrumpida desde julio, una guerra de baja intensidad que los titulares olvidan, pero que las comunidades viven a diario.

Una Lista que no Deja de Crecer

Recuerdo los casos de principios de mes. Alfredo Martínez González y Francisca García Martínez, del Movimiento de Unificación de Lucha Triqui Independiente (MULTI), cayeron en una emboscada clásica en Concepción Carrizal Copala, dentro del municipio de Santiago Juxtlahuaca. La táctica de la emboscada es antigua, pero letal; demuestra un conocimiento profundo de los movimientos de las víctimas.

El mes anterior, en septiembre, la violencia también segó las vidas de dos hombres de Tierra Blanca Copala. Alonso R., del MULTI, y Cliserio Ramírez Martínez, del MULT. He visto cómo estas divisiones entre organizaciones hermanas a menudo son explotadas, creando fracturas que solo benefician a los actores violentos.

El caso de agosto fue particularmente desgarrador. Maximino Guzmán Solano, de 45 años y oriundo de Paso de Águila Copala, también militante del MULT, fue atacado. Junto a él, su hijo menor de edad resultó herido. Estos eventos, donde los niños se convierten en víctimas colaterales, dejan cicatrices generacionales. El ataque ocurrió en la carretera Lázaro Cárdenas, cerca de Constancia del Rosario, en Putla de Guerrero, una zona limítrofe que suele ser escenario de este tipo de conflictos.

Y todo esto parece haber comenzado a escalar en julio, con la muerte de Crescencio Hernández, un profesor y agente de la comunidad de Río Metate Copala. Su asesinato, en la Carretera Federal 125 Alfonso Pérez Gasga en Putla de Guerrero, siguió el mismo guion: un ataque armado donde, una vez más, un menor, su propio hijo, fue herido. Es un patrón que delata no solo saña, sino una estrategia para sembrar el terror absoluto en las familias.

Desde mi experiencia, esta no es una simple ola delictiva. Es un conflicto complejo, enquistado, con raíces históricas, disputas por la tierra, control político y la presencia de intereses económicos que se alimentan del caos. Hasta que no se aborden estas causas de fondo, y no solo se cuenten los cuerpos, esta trágica crónica seguirá escribiéndose.

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