La épica burocrática de los apoyos en tiempos de diluvio

La épica burocrática de los apoyos en tiempos de diluvio

En el sagrado recinto de Palacio Nacional, donde los dioses del presupuesto habitan entre carpetas y oficios, la gran sacerdotisa Ariadna Montiel descendió de su burócrata Olimpo para anunciar con pomposa solemnidad que 103 mil 245 viviendas han sido debidamente contabilizadas, numeradas y anotadas en el gran libro de las estadísticas tras el diluvio universal que azotó a cinco estados de la república.

El milagro de la multiplicación de los censos

Durante la ceremonia matutina presidida por la máxima mandataria Claudia Sheinbaum Pardo, se reveló el milagroso acontecimiento: 70 mil 356 almas han recibido el maná gubernamental de 20 mil pesos, cantidad que todo ciudadano sabe alcanza perfectamente para reconstruir una casa, comprar materiales de construcción y quizás hasta sobra para adquirir un arca que resista el próximo diluvio.

Los números bailaron sobre las cabezas de los presentes como ángeles burocráticos: 22 mil 325 casas en Hidalgo; 3 mil 864 en Querétaro; 11 mil 978 en Puebla; 9 mil 985 en San Luis Potosí; y la cifra bíblica de 56 mil 93 en Veracruz. ¡Bendita sea la precisión estadística en medio del caos acuático!

La caravana de las tarjetas salvadoras

Pero el espectáculo no terminaba ahí. La gran sacerdotisa del Bienestar anunció con voz profética que un millón 349 mil mujeres ya poseen la sagrada tarjeta de la pensión Mujeres Bienestar, talismán mágico que promete depósitos celestiales para fines de noviembre o principios de diciembre, porque en el reino de la ayuda social, la anticipación es virtud y la prontitud, herejía.

“Estamos entregando estas tarjetas”, declaró la funcionaria, como si anunciara la distribución de entradas para el concierto más esperado del año, mientras miles esperan con el agua al cuello -literalmente- que la maquinaria estatal complete su ritual de entrega entre el 10 de octubre y el 10 de noviembre. Porque cuando se trata de ayudar al necesitado, nada mejor que un calendario preciso y fechas límite inamovibles.

Así funciona la épica moderna: mientras los ríos se desbordan y las casas se inundan, el Estado responde con censos, tarjetas y promesas de depósitos futuros. ¡Oh, grandiosa eficacia de la burocracia ante la desgracia!

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