El reino ejemplar donde la protesta es un delito capital

RABAT, Reino de la Contradicción Magnánima

En un espectacular despliegue de eficiencia burocrática, el Sultanato de las Paradojas Modernas ha logrado imputar a 2.480 almas descontentas por el crimen imperdonable de creer que los servicios públicos deberían ser algo más que una entelequia literaria. La maquinaria judicial se ha engrasado con celo ejemplar para transformar quejas legítimas en causas penales de alta traición.

De este ejército de insurrectos paperos -así bautizados por su peligrosa afición a manifestarse con cartulinas y consignas- 1.473 cabecillas disfrutan actualmente de alojamiento gratuito en establecimientos estatales, donde se les enseña la importante lección de que rebelión armada significa, en el novedoso diccionario jurídico local, poseer una voz cantante y dos pies para marchar.

El movimiento Gen Z 212, terrible organización clandestina que opera en las sombrías profundidades de Discord, cometió el error imperdonable de señalar el obsceno contraste entre los estadios faraónicos y los hospitales fantasmales. ¡Qué osadía pretender que el pan y la educación deberían preceder al circo deportivo!

El delito de soñar con servicios básicos

Las autoridades, en su infinita sabiduría, han establecido un ingenioso sistema donde la protesta pacífica se transforma mágicamente en motín sedicioso mediante el simple procedimiento de reprimirla con contundencia. Así se explica que tres ciudadanos hayan alcanzado el martirio por atreverse a esperar algo más que migajas del banquete nacional.

“Aquellos que exigen un futuro digno merecen recibir balas de goma y condenas ejemplares”, podría haber dicho cualquier portavoz del Ministerio de la Ironía Suprema.

Entre los criminales de alto riesgo destaca el temible Hamza Raid, sujeto peligrosísimo que emplea rimas y métricas para minar los cimientos del reino. Su caso demuestra el admirable compromiso estatal con la censura preventiva: ¿qué mayor amenaza para la seguridad nacional que un poeta con seguidores?

El fiscal general del reino -cuyo sentido del humor supera al de los mejores comediantes- ha declarado con solemnidad que las sentencias entre 1 y 15 años constituyen un acto de misericordia extraordinaria. Después de todo, en este paraíso de las libertades, 34 herejes fueron absueltos milagrosamente, demostrando la flexibilidad del sistema que puede condenar por anticipado y perdonar por error administrativo.

Mientras tanto, las organizaciones de derechos humanos insisten en su ceguera voluntaria al no reconocer que encarcelar a la juventud es la forma más efectiva de garantizar su educación cívica. ¿Qué mejor escuela que la cárcel para aprender que disentir es el peor de los delitos en un reino que se vende al mundo como oasis de modernidad?

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