En mi larga trayectoria siguiendo este deporte, he aprendido que hay una energía distintiva que precede a los momentos de verdad. Se respira en el ambiente, y sin duda, en el Nido de Coapa la sienten en este instante crucial del torneo Apertura 2025. Las Águilas del América ya tienen su boleto a la Liguilla, pero cualquier veterano sabe que la diferencia entre un buen equipo y un campeón a menudo reside en la mentalidad. Llegar como líder es una meta loable, pero la verdadera obsesión, la que forja leyendas, es esa búsqueda incansable del campeonato.
El camino hacia la gloria: León y Toluca como trampolines
Los duelos pendientes contra León y Toluca son más que simples partidos del calendario; son la última prueba de fuego antes de la batalla definitiva. He visto cómo estos encuentros finales de la fase regular sirven como termómetro. No se trata solo de sumar puntos para la tabla, sino de afinar la maquinaria, de pulir los detalles tácticos y de encender esa chispa competitiva que debe arder durante toda la fiesta grande. La teoría dice que lo importante es clasificar, pero la experiencia me ha gritado que llegar con momentum y confianza es un activo invaluable.
La visita del timón: más que un saludo, un mensaje
Y es en este preciso contexto donde la aparición de Emilio Azcárraga Jean cobra un significado profundo. A lo largo de los años, he sido testigo de cómo su presencia en Coapa en estas fechas no es una mera formalidad. Es un ritual que transmite un mensaje claro. El comunicado del club en redes sociales, afirmando “Es momento de cerrar el Torneo Regular y de enfocar todos nuestros esfuerzos en la Liguilla”, es la versión pública. La versión interna, la que he llegado a comprender, es una de exigencia y recordatorio del peso de la camiseta.
Las fotografías que circularon, con Azcárraga flanqueado por el director deportivo Santiago Baños y el presidente operativo Héctor González Iñárritu, frente al plantel completo, el cuerpo técnico y el staff, me traen a la memoria anécdotas de otros ciclos. Esas reuniones no son para sonreír y desear suerte. Son para marcar el territorio, para dejar claro que la institución, desde su máxima figura, está volcada en un solo propósito. Es una lección de liderazgo que va más allá del futbol: en los momentos clave, la cabeza visible debe estar allí, transmitiendo confianza pero también una ambición desmedida. Es el empujón final que puede marcar la diferencia entre el éxito y la añoranza.



















