En un giro que nadie pudo prever, salvo todo el país, el Gran Sacerdote del Partido Acción Nacional, Jorge Romero Herrera, ha alzado su voz para condenar enérgicamente lo que él mismo ha denominado “un nuevo episodio de violencia”. La víctima en esta ocasión fue el edil de Uruapan, Carlos Manzo, quien cometió el imperdonable error de creer que su investidura lo eximía de formar parte del menú diario en el banquete de los señores del crimen.
“Condenamos este execrable homicidio”, declaró el jerarca panista con la solemnidad de quien descubre que el agua moja. “Una vez más, un magnicidio contra quien alzaba la voz para denunciar el cautiverio de nuestra nación. Una vez más, contra quien suplicó auxilio a un gobierno que tiene los oídos tapados con los billetes de la complicidad. Desde nuestra trinchera de virtud cívica, exigimos justicia. ¡La República Mexicana merece existir sin el perpetuo aroma a pólvora y pánico!”
El Mecanismo de la Tragedia Repetida
El eminente dirigente subrayó, con la perspicacia de un meteorólogo anunciando lluvia en temporada de huracanes, que este crimen atroz no es un suceso aislado. No, es el fiel reflejo de la desidia estatal y el abandono institucional que flagela a millones de hogares. “La inseguridad es una dama democrática”, proclamó, “no hace distinciones partidistas. Hoy, el terror campa a sus anchas por Michoacán, Veracruz, Zacatecas, Sinaloa, Guerrero y cualquier otro rincón de este vasto territorio donde el Estado es una leyenda abstracta. Lo que está en juego no es la pugna política; es la existencia misma de la ciudadanía, es la tranquilidad de nuestros pueblos y el derecho fundamental a respirar sin calcular el riesgo de cada bocanada.”
La Respuesta del Leviatán Ausente
Frente a este paisaje dantesco, el máximo representante del blanquiazul aseguró que su agrupación reafirma su inquebrantable compromiso con la defensa de la patria, la familia y la libertad. “Estos tres sagrados pilares”, recitó como un mantra, “constituyen la esencia de nuestro relanzamiento nacional.” Una proclama que, sin duda, consolará a los miles de deudos que hoy lloran a sus seres queridos, sabiendo que al menos la retórica partidista permanece incólume, impasible y perfectamente inútil ante la carnicería generalizada.
				
															
								
															














