Después de décadas siguiendo el género del terror, puedo afirmar que pocas franquicias logran lo que Scream: reinventarse sin perder su esencia. Ahora, el séptimo filme de la emblemática saga promete un regreso a los orígenes que hará las delicias de los puristas.
Recuerdo cuando el primer Scream irrumpió en los noventa, desafiando las convenciones del slasher. Hoy, tras casi treinta años, esta nueva entrega genera una expectación que pocas sagas longevas consiguen mantener. El reciente avance ha desatado el fervor entre la legión de seguidores.
La confirmación del estreno para el 27 de febrero del próximo año, compartida mediante las redes oficiales, llega en el momento perfecto para revitalizar el interés en el universo cinematográfico del terror.
El regreso de un ícono
En mi trayectoria analizando narrativas de horror, pocos personajes muestran una evolución tan orgánica como Neve Campbell en la piel de Sidney Prescott. Su regreso no es meramente anecdótico; representa la columna vertebral de toda la mitología. Sidney, la superviviente final que ha enfrentado a múltiples encarnaciones de Ghostface, regresa cargada con el bagaje de sus traumáticas experiencias.
La trama nos presenta a una Sidney que ha intentado rehacer su vida en una nueva ciudad, solo para descubrir que su pasado sangriento la persigue irrevocablemente. Ese “Hola, Sidney” que escuchamos en el tráiler contiene ecos de todos los tormentos anteriores.
La evolución del trauma
Lo que siempre me ha fascinado de esta saga es cómo explora las consecuencias psicológicas del trauma. Sidney ha transitado desde víctima a experta en supervivencia, y ahora enfrenta su prueba más personal: proteger a su hija, Tatum Evans-Prescott, interpretada por Isabel May.
Esta dinámica intergeneracional añade profundidad narrativa. No se trata simplemente de otro asesino con cuchillo, sino del legado del miedo traspasándose entre generaciones. Desde mi perspectiva, esta aproximación refleja la madurez que la saga ha alcanzado.
Un cierre prometedor
La designación de Kevin Williamson, el guionista original, como director asegura coherencia tonal con los filmes fundacionales. Quienes hemos seguido esta travesía desde el principio sabemos que Williamson comprende la delicada balanza entre horror, ironía y desarrollo character que define a la franquicia.
Su compromiso de ofrecer un “cierre digno” a la historia de Prescott sugiere que presenciaremos una conclusión satisfactoria que honre el viaje de este personaje icónico, algo que rara vez se logra en sagas de horror prolongadas.
Como espectador que ha envejecido junto con estos personajes, anticipo que Scream 7 podría convertirse en ese raro espécimen cinematográfico: una secuela tardía que justifica su existencia mediante narrativa significativa en lugar de explotación nostálgica.
















