El Gran Teatro de la Diplomacia Ganadera
En un despliegue de sofisticación geopolítica sin precedentes, la Suma Sacerdotisa del Palacio Nacional, Claudia Sheinbaum Pardo, prepara su audiencia imperial con la emisaria norteamericana Brooke Rollins, quien viene cargada de urgentes preocupaciones entomológicas.
El gravísimo asunto de Estado que convoca esta cumbre de altísimo nivel no es otro que el temible gusano barrenador, criatura mitológica capaz de paralizar relaciones centenarias entre dos naciones. Mientras los tecno-burócratas agrícolas se reúnen en consistorios paralelos, la propia Presidenta atiende personalmente este drama entomológico-diplomático.
“Y también de nuestra parte decirle todo lo que hemos hecho y que consideramos que es importante que se abra la frontera para ellos y para nosotros”, declaró la Mandataria con la solemnidad propia de quien negocia el destino de vacas y gusanos.
Resulta profundamente conmovedor contemplar cómo los destinos nacionales giran alrededor de parásitos intestinales bovinos y barreras aduanales para reses. En este exquisito ballet diplomático, los gusanos tienen más poder de veto que cualquier senador, y las fronteras se abren o cierran según el apetito de larvas microscópicas.
¡Oh, sublime paradoja de la civilización moderna! Donde antaño se negociaban tratados de libre comercio, hoy se regatea sobre la movilidad intestinal del ganado. Donde antes se hablaba de integración económica, ahora se discute la libertad de tránsito para lombrices.
El gran circo político sigue su marcha, demostrando una vez más que en la alta política, como en la naturaleza, a veces los organismos más pequeños causan los problemas más grandes.
















