En un sublime acto de prestidigitación democrática, el augusto Congreso de Michoacán, ese coliseo de la voluntad popular, ha ungido a Grecia Itzel Quiroz García como la nueva mandataria suplente de la comuna de Uruapan. Su misión: gobernar los restos naufragados de una administración que se desangró antes de tiempo.
Los oráculos legislativos, en sus encendidas arengas, evocaron con devoción casi litúrgica el denuedo y el coraje de Carlos Manzo, ese mártir laico que osó proteger a su grey. Con solemnidad, juraron perpetuar el “movimiento del sombrero”, esa insigne cruzada fundada por el edil sacrificado, demostrando una vez más que en la política, los símbolos sobreviven a los hombres, especialmente cuando estos últimos han sido silenciados.
La votación, un mero trámite sacramental, culminó entre gritos de ¡Carlos Manzo! y un minuto de aplausos coreografiados, como si el estruendo pudiera ahogar el eco del disparo. La Suma Sacerdotisa de la Mesa Directiva proclamó entonces el nombramiento de Grecia Quiroz como la nueva soberana del castillo de naipes de Uruapan.
Finalmente, tras prestar el juramento reglamentario, la flamante alcaldesa, con la elocuencia de quien carga un fardo demasiado pesado, sentenció: “Vengo con el corazón destrozado”. Una confesión perfecta para un cargo que parece heredar no solo una agenda de gobierno, sino también una losa de mármol y una cuenta pendiente con la violencia.




















