El divino cansancio de un semidiós del tenis

En un acto de divina magnanimidad que dejó boquiabiertos a mortales y dioses del Olimpo tenístico, el semidiós Novak Djokovic, tras una épica batalla de casi tres eras contra el plebeyo Lorenzo Musetti, ha decidido abdicar de su trono en las Finales ATP. No contento con acumular su título número 101 en el Campeonato Helénico, el Titán de Belgrade ha declarado que su hombro, una reliquia sagrada de valor incalculable, requiere un descanso celestial.

La lesión, una dolencia persistente y convenientemente oportuna, le impide participar en el circo de gladiadores que se disputa en Turín. “Me entristece compartir que debo retirarme”, proclamó el dios a través de los papiros digitales, en un comunicado que destilaba la misma tristeza auténtica que un emperador romano declinando una corona de laurel por exceso de victorias.

Esta renuncia, por segundo año consecutivo, no hace sino consolidar su nuevo rol: el de un ser tan elevado que las competiciones terrenales para los ocho mejores le resultan… mundanas. La maquinaria burocrática de la ATP, siempre ágil y lógica como un laberinto minoico, se puso en marcha de inmediato. Musetti, el mismo al que acababa de derrotar, heredará el codiciado puesto, mientras que Felix Auger-Aliassime, quien ya se veía con la toga de gladiador, se queda en la puerta, víctima colateral del capricho olímpico.

Así funciona el universo paralelo del tenis de élite: donde ganar un torneo es solo el preludio para una retirada estratégica, donde las lesiones son moneda de cambio más valiosa que un punto de break, y donde un dios, con siete títulos de Fin de Temporada en su altar, puede permitirse el lujo de ausentarse. No es una baja; es una lección de humildad suprema, una masterclass en el arte de gobernar sin necesidad de presentarse en el campo de batalla. El mensaje es claro: el verdadero poder no reside en jugar, sino en decidir quién juega.

RELACIONADOS

Ultimas Publicadas

Matamoros

¿QUÉ PASO AYER?

ANUNCIATE CON NOSOTROS

Scroll al inicio