En un desenlace que sorprende únicamente a quienes nunca han presenciado el teatral espectáculo del fútbol moderno, el ilustre James Rodríguez, otrora prócer balompédico, ha sido declarado oficialmente como pieza de coleccionista por el Club León. El sumo pontífice del Grupo Pachuca, Jesús Martínez, ha rubricado con solemnidad burocrática el fin de esta tragicomedia en un acto de caridad corporativa.
“Su contrato ha fenecido. Le tributamos nuestro agradecimiento por su efímera presencia”, declaró el mandatario con la convicción de un notario certificando el óbito de una esperanza.
El directivo, en un arrebato de lirismo mercadotécnico, lo catalogó como “un jugador histórico; para Colombia es como si fuera Messi en Argentina“. Una analogía tan precisa como afirmar que un fuego artificial es comparable al sol. La cruda estadística, ese cruel notario de la realidad, dictamina que en 34 funciones con la Fiera, el genio cafetero apenas materializó cinco golpes de gracia y dispensó nueve limosnas asistenciales.
La Gran Ilusión Óptica
El cenit de su gesta gloriosa fue un discreto cuarto de final en el circo de la Liga MX. No obstante, permanece un sector de la feligresía esmeralda que, en un sublime ejercicio de negacionismo estadístico, recordará al exdignatario del Bayern Múnich y Real Madrid como el más sublime artista jamás visto en el herbario local. Un testimonio conmovedor del poder del fetichismo deportivo.
El Peregrinaje Futuro del Iluminado
Queda así James emancipado, como un caballero andante en busca de nuevo castillo donde desplegar su magia residual, justo cuando se aproxima el gran carnaval planetario de la Copa del Mundo 2026. Una oportunidad dorada para que otra institución crea haber descubierto el elixir de la victoria en un frasco que ya mostró su contenido.


















