El declive de un ícono culinario: una perspectiva desde la trinchera
He dedicado buena parte de mi carrera a los sistemas alimentarios, y pocas cosas me han preocupado tanto como ver cómo un pilar de nuestra dieta, como el frijol, pierde terreno. No es solo una estadística; es un cambio cultural profundo que he atestiguado en comunidades de todo el país. La noticia de que el consumo per cápita ha caído de 16 kilos en 1980 a apenas 9 kilos en 2021 no es un dato frío. Es la confirmación de una tendencia que muchos en el sector veníamos observando con alarma: la sustitución de alimentos básicos y nutritivos por opciones ultraprocesadas.
Este frijol está en 30 pesos el kilo en todas las Tiendas Bienestar. (Foto: El Universal)
En la conferencia matutina de este viernes, la directora de Alimentación para el Bienestar, María Luisa Albores, no solo presentó un programa gubernamental; expuso un diagnóstico crítico de nuestra realidad nutricional. Su llamado a participar en la Feria Nacional del Frijol en el Monumento a la Revolución, con productores de estados clave como Zacatecas, Durango y Nayarit, es una estrategia que aplaudo. He visto cómo estas ferias, más allá de la comercialización, son espacios vitales para reconectar a los ciudadanos urbanos con el origen de su comida y con quienes la cultivan.
La riqueza que desconocemos: biodiversidad en riesgo
Cuando Albores mencionó que de las 150 especies de frijol en el mundo, 57 se encuentran en México y 31 son endémicas, tocó un punto neurálgico. En mis viajes, he conocido variedades locales que son un tesoro genético y gastronómico, muchas en peligro de desaparecer no por falta de tierra, sino por falta de demanda. Esta riqueza biocultural es un seguro de vida para nuestra alimentación futura. El llamado al “bendito frijol” va más allá del romanticismo; es un reconocimiento a su papel en la seguridad y soberanía alimentaria.
La ecuación justa: del productor al consumidor
La parte más alentadora de la estrategia, desde mi experiencia, es el enfoque en la cadena de valor. El anuncio de la embolsadora para la marca Bienestar representa un modelo que he visto funcionar cuando se aplica con rigor: pagar un precio justo al productor para, luego, ofrecer el grano a 30 pesos el kilo en las Tiendas Bienestar. He aprendido que sin un ingreso digno para quien siembra, no hay producción sostenible. Y sin un precio accesible para quien consume, no hay hábitos alimentarios que se mantengan. Este es el delicado equilibrio que debe lograrse.
En resumen, lo que se presenta como una nota informativa es, en realidad, un capítulo crucial en la lucha por revalorizar nuestra dieta tradicional. La ruta es clara: visibilizar la crisis, celebrar la biodiversidad y construir canales comerciales justos. El reto, como siempre, está en la ejecución constante y en convencer a las nuevas generaciones de que el frijol no es un alimento del pasado, sino una solución nutricional y cultural para el futuro.














