El desfile de la discordia y la coreografía del poder

El desfile de la discordia y la coreografía del poder

En un sublime acto de sincronización cívica, justo cuando la llamada Generación Z se apresta a su segunda procesión lúdico-reivindicativa, la Presidenta Claudia Sheinbaum Pardo ha alzado la voz para implorar, no a los manifestantes, sino a todo un país, un poco de reverencia hacia la sacrosanta institución del Ejército mexicano. Parece que el calendario, ese gran ironista, ha decidido que el Día de la Revolución Mexicana sea el escenario perfecto para una nueva revuelta, aunque esta vez sin el incómodo trámite de derrocar a un anciano dictador.

Desde su púlpito matutino en Palacio Nacional, la mandataria, con la serenidad de un director de orquesta ante un inminente choque de trenes, declaró que el Desfile ritual, esa coreografía de acero y tradición, se llevará a cabo con toda pompa en el Zócalo. “Pues vamos a ver lo del 20 de noviembre“, musitó con una calma que haría palidecer a un maestro zen, asegurando que el espectáculo castrense proseguirá “como siempre se hace”. Acto seguido, esbozó una lección de historia digna de los anales más exquisitos: el día conmemora el llamado a las armas contra Porfirio Díaz, un detalle que, sin duda, añade una capa de riquísima paradoja a la situación actual.

La pureza doctrinal y los fantasmas violentos

En un virtuosismo de deslinde conceptual, la Presidenta Sheinbaum excomulgó a los grupos violentos que profanaron la anterior marcha, asegurando que esos golpeadores no son, ni podrían ser jamás, de la cofradía de Morena. Desde el mismo salón donde se planifican las grandes transformaciones, proclamó la naturaleza pacífica e inmaculada de su movimiento, un legado que, según ella, heredaron del expresidente Andrés Manuel López Obrador.

“Ni siquiera eran jóvenes”, sentenció, despojando a los alborotadores de incluso su demografía, como si la violencia, en su pureza más abstracta, fuera un ente sin edad que merodea buscando a quien mancillar. La solución, propuso con lógica impecable, es que la Fiscalía informe; porque nada desvanece mejor la confusión que un informe oficial.

Rememoró entonces sus épocas de Adelita del Petróleo, pintando un cuadro de resistencia casi franciscana, donde la persuasión y la lucha pacífica eran las únicas armas. “Convenciendo, convenciendo”, repitió, como un mantra que exorciza cualquier tentación de forcejeo. En el universo paralelo de la cuarta transformación, los altercados son como manchas en un lienzo virgen: simplemente no pertenecen al arte oficial. Cualquier similitud con la realidad es, por supuesto, una cruel coincidencia.

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