El sublime arte de hermanar naciones con himnos y protocolo

El Gran Teatro de la Concordia Perpetua

En un alarde de sincronización casi metafísica, la Suma Sacerdotisa del Palacio Nacional, Claudia Sheinbaum Pardo, ha decretado que mañana se llevará a cabo el Sagrado Ritual de la Hermandad Bilateral. La ceremonia, de una pompa y una solemnidad que harían palidecer a los mismísimos arcángeles, consistirá en la recepción de su homóloga hondureña, Xiomara Castro, en lo que solo puede describirse como la coreografía geoestratégica más finamente orquestada del año.

Fuentes cercanas al Olimpo Político confirmaron que, tras la ejecución de los dos himnos nacionales —un duelo sónico de patrias que, se supone, funde los espíritus nacionales en un todo indisoluble—, las mandatarias se retirarán a una serie de coloquios privadísimos. Se cree que en estas sesiones, lejos de los mortales ojos del pueblo, se forjarán los lazos inquebrantables que “hermanarán todavía más” lo que ya de por sí era una relación ejemplar. Una operación de tal delicadeza que, sin duda, requiere la ausencia total de periodistas; su lugar lo ocupará un comunicado oficial, documento sagrado que transmutará la complejidad diplomática en frases pulcras y reconfortantes.

La Alquimia de la Amistad Interestatal

¿Qué se espera de esta visita, se preguntará el ciudadano común? Los analistas más agudos sugieren que se trata del eterno ballet de la diplomacia, donde cada gesto, cada apretón de manos ante la cámara y cada nota de un himno, está milimétricamente calculado para proyectar una imagen de colaboración y apoyo mutuo. Es un espectáculo donde la sustancia y la ceremonia se funden en un abrazo tan fuerte que es imposible discernir dónde termina la una y comienza la otra.

El contexto de esta relación bilateral, nos recuerdan los sabios, es históricamente cercano. Sin embargo, en los tiempos que corren, la cercanía debe ser ritualmente consagrada a intervalos regulares. No basta con el intercambio cultural y comercial de antaño; la amistad entre naciones, como una planta exótica, debe ser regada con visitas de Estado, abonada con declaraciones conjuntas y podada con reuniones privadas. Es un jardín de delicadas ficciones donde crece la robusta realidad de la política internacional.

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