En Matamoros está pasando algo que no se compra ni se fabrica. Se gana. Y el Alcalde Beto Granados lo ha ganado con trabajo. Cada vez que llega a una colonia para revisar una obra, supervisar un drenaje o simplemente escuchar a la gente, los vecinos se le acercan con naturalidad. Le dan una sonrisa, un abrazo o un pequeño detalle hecho por ellos mismos.
En los últimos meses se ha vuelto común ver a familias entregándole una gorra, un lonche, un refresco o alguna figura hecha a mano. Son gestos sencillos pero muy significativos para quienes durante años esperaron una pavimentación, una reparación o una luminaria que nunca llegaba. Incluso en varias colonias le han organizado comidas para recibirlo y agradecerle que ahora sí se les tomó en cuenta.
Ese agradecimiento no es por un favor. Es por sentirse atendidos después de mucho tiempo. Cuando una colonia que llevaba décadas sin ser escuchada ve a su alcalde caminando entre sus calles y entregando resultados, la reacción natural es agradecer sin protocolos.
Las imágenes de estos meses lo reflejan: niños llevándole un dibujo, señoras ofreciéndole comida, adultos mayores entregándole un pequeño regalo. Nada montado. Nada actuado. Solo muestras de cariño sinceras.
Así se construye una relación real entre un alcalde y su comunidad. En la calle, cara a cara, con hechos. Y mientras Matamoros sigue avanzando, estos gestos se han convertido en la mejor prueba de que la confianza regresó y de que el liderazgo del Alcalde Beto Granados se sostiene en lo más importante: en la gente.


















