Un títere desnuda la farsa del espectáculo moderno

Un títere desnuda la farsa del espectáculo moderno

La santa reliquia de la industria musical.

En un giro que Jonathan Swift hubiera envidado por su precisión satírica, el último concilio sagrado de La Más Draga—ese oscuro laboratorio donde se diseccionan las vanidades humanas—dejó al descubierto la frágil naturaleza de nuestra mitología contemporánea. El oráculo, transmitido en la noche del lunes, presentó ante las masas una herejía en forma de efigie de madera y tela con el rostro de Ángela Aguilar, la sacerdotisa heredera de la dinastía musical mexicana.

El sacrilegio ritualístico

La pitonisa Nayla Downs, en un acto de subversión cultural que haría palidecer a los encargados de custodiar el panteón del espectáculo, profanó el himno sacro “Qué agonía”—originalmente entonado por las vestales Yuridia y la propia Aguilar—acompañada de su marioneta, “Angelita”. No era un simple muñeco, sino una alegoría perfecta de cómo la industria reduce a los artistas a títeres glorificados, bailando al ritmo que marcan los hilos del mercado.

El populacho congregado en el foro estalló en carcajadas, un eco distorsionado de aquel panem et circenses con el que los emperadores romanos adormecían a las masas. La efigie, manejada con irreverente maestría, se convirtió de inmediato en objeto de culto en los altares digitales de X y TikTok, las nuevas ágoras donde se juzga y se absuelve.

El veredicto del tribunal de la plebe digital

Las legiones del colectivo LGBT+, esos árbitros del gusto posmoderno, emitieron su fallo con la contundencia de quien ha descubierto una verdad incómoda: la marioneta, afirmaron con solemnidad, entonaba con mayor gracia y autenticidad que la divinidad original. “Así se hace una referencia inteligente”, proclamó un sumo sacerdote de las redes, sin percatarse de que celebraba la misma lógica de deshumanización que suele criticarse.

El episodio fue coronado como un éxito resonante, demostrando una vez más que en este mundo al revés, la parodia suele ser más veraz que el original, y que un trozo de tela con hilos puede reflejar mejor nuestra realidad que el espejo más pulido.

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