La piratería como síntoma de un modelo agotado que exige reinvención

¿Y si la piratería no es el problema, sino el síntoma más visible de un sistema económico obsoleto?

Un reciente estudio de la American Chamber Mexico (Amcham) pinta un panorama desalentador: el 57% de las compañías en México anticipa un deterioro en la lucha contra la falsificación durante este sexenio. Solo un 11% guarda esperanzas de mejora. La narrativa convencional se centra en la ineficacia gubernamental, la escasez de recursos y la descoordinación institucional, factores que, según Guido Lara de Lexia, permiten que los mercados ilícitos evolucionen a un ritmo endiablado, dejando atrás a la autoridad.

Pero aquí es donde debemos aplicar un pensamiento lateral radical. ¿Qué pasa si estamos diagnosticando mal la enfermedad? En lugar de ver la piratería como un monstruo a exterminar, ¿podríamos observarla como el pulso de un mercado que clama por accesibilidad, agilidad y adaptación? El ecosistema informal no compite solo con precio; compite con una eficiencia logística que humilla a las cadenas de suministro tradicionales, detectándose mayormente en el punto de venta final, no en tránsito.

La disrupción como única respuesta: del combate a la cooptación creativa

El dato revelador es que una quinta parte de las empresas no destina ni un peso a prevenir este flagelo, y solo el 13% invierte hasta el 10% de su presupuesto. Esto no es solo apatía; es la señal de un modelo de defensa que ha fracasado. Seguir pidiendo más policía y más redadas es insistir en un juego que el sistema informal gana por goleada. Es como intentar detener un río con las manos.

La innovación disruptiva nos obliga a plantear soluciones que parecen heréticas: ¿Y si en lugar de criminalizar al consumidor, se le integra? Imagina modelos de suscripción hiperasequibles, microlicencias, o alianzas con los propios vendedores informales para convertirlos en la última milla de distribución legal. Observa el caso de la industria musical: el streaming no acabó con la piratería por la fuerza, sino volviéndose más conveniente, rápido y barato que descargar ilegalmente.

La verdadera batalla no es entre lo original y lo falsificado, sino entre la rigidez de lo establecido y la fluidez de lo emergente. El mercado negro es el canario en la mina de carbón, advirtiéndonos que nuestros conceptos de propiedad intelectual, cadena de valor y consumo están desfasados. En lugar de gastar energía en fortificar un castillo de arena, es hora de construir un nuevo tipo de estructura, una que sea permeable, adaptable y que entienda que en la era digital, el control absoluto es una ilusión. El futuro no pertenece a quienes mejor persigan a los piratas, sino a quienes sean capaces de navegar las aguas turbulentas de la economía informal y encontrar allí un nuevo océano de oportunidades.

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