Una Denuncia que Rompe el Silencio
En un movimiento sin precedentes, la familia de Alejandro Carranza Medina ha interpuesto una demanda formal ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). Este caso no es solo una búsqueda de justicia por una vida perdida en las aguas del Caribe; es el primer intento legal de responsabilizar directamente a Estados Unidos por lo que califican como ejecuciones extrajudiciales dentro de su renovada y agresiva estrategia de interdicción marítima contra el narcotráfico. Pero, ¿qué pruebas tienen? ¿Y por qué acudir a un organismo cuyas recomendaciones Washington históricamente ha ignorado?
El Misterio de una Muerte en Alta Mar
La narrativa oficial es escueta: un blanco, un ataque, una embarcación hundida. Sin embargo, la investigación periodística persiste en una pregunta incómoda: ¿quién era realmente Alejandro Carranza? Los documentos presentados a la CIDH y los testimonios recogidos de su entorno pintan el perfil de un pescador, no de un narcotraficante. Su abogado, el estadounidense Daniel Kovalik, revela a este medio la estrategia: “Un litigio en tribunales federales de EE.UU. estaría condenado al fracaso por la doctrina de inmunidad soberana. La CIDH es nuestra única ventana para exponer la verdad y generar una presión internacional insoslayable”. La pregunta subyace: si el sistema judicial norteamericano es una puerta cerrada, ¿puede la presión pública forzar una rendición de cuentas?
Un Patrón de Destrucción y la Cifra Oculta
El caso Carranza no es un incidente aislado. Es la punta de un iceberg sangriento. Nuestra indagación, cruzando datos de prensa local, informes de ONGs y declaraciones oficiales fragmentarias, confirma que desde septiembre, más de 80 personas han perecido en estos operativos. La denuncia ante el organismo de la OEA actúa como un espejo: refleja una política que, en su búsqueda de incautar cargamentos de estupefacientes, está dejando un reguero de víctimas civiles cuyas historias nunca son investigadas. ¿Cuántos de esos 80 eran como Alejandro? ¿Existe un protocolo real para identificar objetivos, o se dispara primero y se pregunta después?
La Estrategia que Genera sus Propios Mártires
Profundizando en las capas del conflicto, surge una conexión alarmante. La misma estrategia de guerra contra las drogas que justifica estos bombardeos es la que financia y arma a los grupos que pretende combatir. Es un ciclo perverso de violencia. La familia de Carranza, al llevar su caso a la CIDH, no solo busca una indemnización económica. Busca sentar un precedente jurídico y humano que obligue a una revisión profunda de unas tácticas que, lejos de solucionar el problema, están sembrando el luto en comunidades costeras y erosionando el ya frágil tejido de los derechos fundamentales en la región.
Conclusión: Una Grieta en el Muro de la Impunidad
La revelación final de esta investigación no es un documento clasificado, sino una nueva perspectiva. Este caso, aunque enfrente enormes obstáculos, ha logrado lo impensable: colocar a la superpotencia militar en el banquillo de los acusados en un foro internacional por sus acciones en el Caribe. Marca un punto de inflexión donde las víctimas anónimas de una guerra silenciosa dejan de ser una estadística para convertirse en un nombre, un rostro y una causa legal. El proceso en la CIDH puede no terminar con una sentencia ejecutable, pero ya ha conseguido algo crucial: iluminar una zona de sombra y cuestionar, con hechos y no con consignas, el costo humano real de una política fallida.



















