La presidenta de México, Claudia Sheinbaum, participó activamente en la ceremonia del sorteo de la Copa Mundial de la FIFA 2026, celebrada en el Centro Kennedy. En su intervención, definió este evento como un momento histórico para la nación, que se convertirá en el primer país del mundo en albergar el torneo en tres ocasiones distintas, tras las ediciones de 1970 y 1986.
Desde el escenario, flanqueada por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y el primer ministro de Canadá, Mark Carney, Sheinbaum enfatizó que la designación como sede compartida para 2026 constituye un reconocimiento internacional al país y a su arraigada cultura deportiva. “Estamos orgullosos, orgullosas de recibir por tercera vez la Copa Mundial. México es un país extraordinario, bello, mágico y millones visitarán nuestra nación”, declaró tras recibir la palabra del presidente de la FIFA, Gianni Infantino.
La mandataria profundizó en el significado social y deportivo del fútbol para México, estableciendo un vínculo directo con la tradición milenaria del juego de pelota practicado por las civilizaciones mesoamericanas. “Nosotros disfrutamos del juego de pelota desde tiempos ancestrales”, afirmó, subrayando así una continuidad cultural que enriquece la narrativa del país como anfitrión. Este enfoque no solo resalta la pasión contemporánea, sino que sitúa el evento en un contexto histórico y antropológico más amplio.
El momento más simbólico de su participación se produjo durante el propio sorteo. Al levantar la papeleta con el nombre de México, Sheinbaum exclamó un contundente “¡Viva México!”, una expresión que fue recibida con aplausos por los asistentes a la ceremonia. Este gesto, aparentemente simple, encapsula la dimensión identitaria y el orgullo nacional que un evento de esta magnitud moviliza.
Al concluir el acto protocolario, se desarrolló una escena que captó la atención de los medios. Gianni Infantino convocó a los tres líderes para una fotografía conjunta. En un intercambio registrado por las cámaras, Sheinbaum se acercó con prudencia hacia Trump, momento en el que el presidente de la FIFA, con sonrisas, la instó a acortar la distancia con un gesto y las palabras “come, come” (ven, ven). Esta interacción, cargada de diplomacia pública, ilustra la compleja dinámica de relaciones en un evento deportivo de alcance global.
Desde una perspectiva técnica y logística, el Mundial de 2026 representa un desafío sin precedentes por su formato trinacional. Para México, la organización se concentrará en tres ciudades sede de alto perfil: Ciudad de México, Guadalajara y Monterrey. Cada una de estas metrópolis posee infraestructura probada y una vasta experiencia en eventos de alta envergadura, factores clave para el éxito operativo. La elección de estas ciudades refleja una estrategia que busca distribuir el impacto económico y turístico, al tiempo que muestra la diversidad regional del país.
El hecho de que México sea el primer país en ser sede en tres ocasiones distintas no es un dato menor. Refleja una consistencia en su capacidad organizativa y la confianza de los organismos internacionales en su estabilidad institucional. Los mundiales de 1970 y 1986 dejaron legados importantes, tanto en infraestructura deportiva como en la memoria colectiva. El de 2026 se proyecta, por tanto, no como un evento aislado, sino como la culminación de una trayectoria que consolida a México como un pilar en la historia de la competición.
La presencia de la presidenta Sheinbaum en un foro de esta naturaleza, junto a sus homólogos, trasciende lo meramente deportivo. Sitúa a México en un escenario geopolítico donde el soft power del fútbol se entrelaza con la diplomacia y la proyección internacional. Sus palabras, que entretejen historia, cultura y orgullo nacional, buscan definir el marco narrativo con el que el país afrontará este monumental proyecto en los próximos años, un proyecto que ya ha comenzado con su simbólica participación en el sorteo.















