Una reforma con los pies en la tierra: más allá de la teoría
Tras décadas de observar cómo la teoría económica choca con la realidad de los centros de trabajo, el anuncio de la reforma para una jornada laboral de 40 horas en México me llena de un optimismo cauteloso. He visto innumerables propuestas de bienestar laboral naufragar por falta de consenso o planeación irreal. Esta vez, sin embargo, el enfoque gradual –reduciendo dos horas anuales hasta 2030– demuestra un aprendizaje pragmático. No se decreta un cambio de la noche a la mañana; se siembra una transición ordenada que permite a empresas y trabajadores adaptar sus procesos. Es una lección que aprendí a fuerza de errores: las transformaciones profundas requieren tiempo para echar raíces.
Este miércoles se envió el proyecto de reforma al Senado de la República con miras a que se discuta el próximo año.
La Presidenta Claudia Sheinbaum Pardo subrayó un punto crucial, respaldado por evidencia internacional que muchos hemos seguido de cerca: la reducción horaria bien implementada no es un costo, sino una inversión en productividad y bienestar. Recuerdo visitar fábricas donde la fatiga acumulada era palpable a media tarde, generando errores y accidentes. La propuesta, consensuada con empresarios, sindicatos y academia, busca romper ese paradigma del “presentismo” –estar por estar– para enfocarse en resultados y calidad de vida.
El Secretario del Trabajo, Marath Bolaños López, detalló la mecánica: una vez aprobada por el Congreso, la norma entraría en vigor en mayo de 2026, iniciando las reducciones en 2027. Un aspecto que celebro especialmente, fruto de ver malas prácticas, es la prohibición de horas extras para menores de edad y el establecimiento de un tope claro para el pago de tiempo triple. Son barreras de protección necesarias.
El verdadero cambio: cultura laboral y supervisión
La parte más reveladora, y donde radicará el éxito o fracaso, es el registro electrónico de la jornada. En mi experiencia, sin mecanismos de vigilancia efectivos, las leyes más nobles se quedan en papel. Esta herramienta, de ser robusta e imparcial, puede ser un gran equalizador para garantizar el cumplimiento y proteger al empleado.
Los beneficios citados por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) –menos fatiga, mejor equilibrio vital, menor riesgo cardíaco– no son meros eslóganes. Son consecuencias tangibles de devolverle tiempo a la persona para su autocuidado, familia y ocio. Un trabajador descansado y con vida propia es un profesional más comprometido y creativo. El reto, que he visto en otras latitudes, será gestionar la expectativa en sectores como servicios o salud, donde la cobertura continua es esencial. Ahí, la creatividad en la organización de turnos será clave.
El camino recorrido, con más de 40 mesas de diálogo, sugiere que se ha construido sobre un terreno más firme que el de simples ocurrencias. Como expresó Francisco Cervantes Díaz del CCE, el diálogo continuo es vital. Esta reforma no es el final, sino el inicio de una modernización laboral que México necesita hace años. Su implementación será el verdadero examen, una prueba de fuego para nuestra capacidad de conciliar progreso social con productividad económica. El horizonte de 2030 nos da un plazo razonable para hacerlo bien.
Durante la conferencia mañanera, la presidenta Claudia Sheinbaum hizo una revisión a la evolución del salario mínimo desde el 2018.















