Un punto de inflexión para el campo mexicano
Desde que el Inmecafé desapareció en 1989, he visto de primera mano el desmoronamiento de un sector que era orgullo nacional. Los cafeticultores, abandonados a su suerte, se convirtieron en el eslabón más débil de una cadena donde otros intermediarios se llevaban la mayor parte de la ganancia. Por eso, la aprobación unánime de la Ley de Desarrollo Sustentable de la Cafeticultura no es solo una noticia legislativa; es un rayo de esperanza tangible para más de 500 mil familias que viven del aromático.
Más que palabras: herramientas concretas para el cambio
En este oficio, he aprendido que las buenas intenciones sin mecanismos claros se las lleva el viento. Lo valioso de esta norma es que establece instrumentos prácticos. La reactivación de la Comisión Nacional para el Desarrollo de la Cafeticultura como un espacio de diálogo real entre el sector público, los productores y la industria es crucial. Recuerdo foros donde los campesinos hablaban y nadie con poder de decisión escuchaba. Esto promete cambiar esa dinámica.
Pero quizás la herramienta más poderosa es el Sistema Nacional de Información de Cafeticultura. La desinformación sobre precios ha sido históricamente el talón de Aquiles del pequeño productor. Cuántas veces he visto cómo vendían su cosecha a precios bajísimos, solo para descubrir que en el mercado valía el triple. Acceder a datos actualizados y transparentes empodera, y eso es exactamente lo que se necesita para romper el yugo de la intermediación abusiva.
La sostenibilidad: una lección que el café mexicano ya conocía
La senadora Susana Harp tiene toda la razón al destacar el enfoque ambiental. Durante años, desde el conocimiento práctico del campo, los productores han defendido prácticas como el café de sombra. No es una moda; es una sabiduría ancestral que protege la biodiversidad, conserva el suelo y produce un grano de calidad superior. Esta ley, al fin, reconoce y fomenta oficialmente ese modelo. Nos enseña que a veces la innovación más avanzada consiste en escuchar y potenciar el conocimiento que ya existe en las comunidades.
El verdadero reto comienza ahora
La aprobación es un hito, lo celebramos. Pero la experiencia me dicta que el camino arduo empieza con la implementación. La ley será juzgada por su capacidad real para integrar a los campesinos en las cadenas de valor como protagonistas, no como peones. Deberá traducirse en créditos accesibles, asistencia técnica pertinente y un mercado justo. El objetivo de que el sector “vuelva a manos de quienes la trabajan”, como dijo el senador Huerta, es ambicioso y necesario.
Esta legislación es, sin duda, un acto de justicia histórica. Representa el reconocimiento formal de décadas de lucha y abandono. Ahora, el compromiso de todos los actores será clave para que estas letras en el papel se transformen en bienestar real en las parcelas, en las tazas de los consumidores y en la salud de los ecosistemas que hacen posible el café mexicano.














