La peregrinación y el monstruo de acero, una fábula moderna

La peregrinación y el monstruo de acero, una fábula moderna

El encuentro entre la devoción ancestral y el progreso desbocado.

XAPAPA, Ver.- En un sublime acto de fe y una ejemplar muestra de planificación urbano-religiosa, dos devotos adalides de la Virgen Morena fueron sometidos a un imprevisto ritual de iniciación por parte de un coloso mecánico, sobre la sagrada vía de asfalto que une a la República. El evento, ocurrido en los Nuevos Horizontes del municipio de Huamantla (nombre que ahora adquiere un tinte profético y macabro), culminó con la ascensión celestial de una de las peregrinas, promovida de golpe a la categoría de mártir del asfalto.

Los designios del destino, o quizás simplemente la logística divina, unieron a un caballero de Hidalgo y a una dama de Puebla en este encuentro íntimo con el Progreso sobre ruedas. El vehículo, un emisario de la productividad y la prisa moderna, ejerció su ministerio con la sutileza de un decreto gubernamental.

El teatro de lo absurdo en la carretera México-Veracruz

El oráculo digital del 9-1-1 recibió el augurio cerca de la medianoche, convocando a las legiones contemporáneas de la seguridad y el auxilio. Acudieron con presteza los sacerdotes del protocolo, los acólitos de la ambulancia y los notarios del incidente, para presenciar cómo la fe, que mueve montañas, es aplastada por dieciocho ruedas.

Ambos creyentes fueron trasladados con solemnidad al templo secular de la salud en Huamantla. Allí, los sumos pontífices de la medicina dictaminaron que las lesiones de la dama eran de una gravedad teológica, incompatible con los designios terrenales, por lo que fue expedida su pasaporte a la eternidad.

El sublime llamado de las autoridades a la cordura vial

En estos días de fervor guadalupano, donde los fieles convierten las arterias vehiculares en sendas de penitencia, las autoridades competentes han alzado su voz en un canto lírico a la precaución. Su mensaje, una joya de la retórica burocrática, insta a los operadores de los monstruos de acero a compartir el camino con los caminantes de la fe, en una metáfora perfecta de nuestro tiempo: una coreografía imposible entre la velocidad del capital y la lentitud de la devoción, donde el peatón siempre lleva las de perder, a veces de forma literal y definitiva.

Así, entre peregrinaciones que desafían al tráfico y camiones que cumplen horarios, se escribe la epopeya nacional: un país donde lo sagrado y lo profano chocan diariamente, dejando como saldo no milagros, sino partes policiales y comunicados de prensa. Una fábula moderna donde el único milagro posible sería que las vías tuvieran, al fin, aceras.

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