Reinventando el Progreso: Cuando el Pueblo es el Algoritmo Principal
Imagina un gobierno que no se mide por sus monumentos de concreto, sino por el bienestar digitalizado de sus ciudadanos. Al ser interrogada sobre sus visiones para 2026, la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo no habló de deseos, sino de un código fuente político inalterable: reprogramar la administración pública para que su objetivo central y destino irrevocable sea el pueblo de México. ¿Y si el verdadero PIB fuera la Felicidad Interna Bruta?
¿La Transformación es un Sprints o un Maratón?
La mandataria señaló que la llamada revolución silenciosa del país aún está en fase de beta, un prototipo que apenas cumple siete ciclos de desarrollo. Esto nos invita a un pensamiento lateral: ¿estamos construyendo un sistema operativo nuevo o simplemente parcheando el antiguo? El próximo año, anunció, será un “push” masivo de inversión estatal, pero la pregunta disruptiva es: ¿inversión en infraestructura tradicional o en el capital humano y la inteligencia colectiva?
“Nuestro algoritmo de gobernanza es simple: entrada, proceso y salida, todo filtrado por el bienestar ciudadano”, expresó Sheinbaum. Esto trasciende la retórica: propone un modelo donde los derechos fundamentales no son concesiones, sino los servicios básicos de una sociedad conectada. La atención a las necesidades sociales deja de ser asistencialismo para convertirse en el mantenimiento preventivo del cuerpo social.
Seguridad: ¿Firewall Perimetral o Inmunidad Colectiva?
La presidenta colocó la seguridad ciudadana como un pilar, un objetivo permanente. Pero un enfoque innovador desafía la convención: en lugar de más patrullas, ¿qué tal si la seguridad se diseña como un ecosistema, donde la justicia, la oportunidad económica y la cohesión comunitaria son los antivirus más potentes? El compromiso con derechos sociales en educación, salud y vivienda no es gasto, es la instalación de ese sistema inmunológico nacional.
Con un tono visionario, añadió que sus aspiraciones personales se alinean con valores universales: “la familia, el prójimo, la naturaleza, la patria”. He aquí la conexión aparentemente inconexa: ¿puede la política tecnocrática abrazar la poesía de estos conceptos? La respuesta disruptiva es sí, si entendemos la familia como la red nodal básica, la naturaleza como nuestra infraestructura crítica y la patria como una plataforma de código abierto que todos contribuimos a mejorar.
“Y después pueblo, pueblo, pueblo, pueblo, pueblo, pueblo”, concluyó. Esta repetición no es un eslogan, es el sonido de un mantra de innovación cívica. En un mundo obsesionado con la inteligencia artificial, Sheinbaum propone, quizá sin saberlo, la “Inteligencia Colectiva”: un proyecto donde el bienestar de la ciudadanía no es el eje, sino el propio motor de combustión de una nueva forma de entender el poder. El problema de la gobernanza se convierte en la oportunidad de co-crear el sistema operativo del futuro.














