Los episodios de lluvia intensa en Tampico reactivan un problema crónico para los comerciantes del mercado municipal. El agua no solo anega las calles aledañas, sino que invade de manera sistemática los locales comerciales, generando pérdidas materiales y operativas que se repiten con cada temporal. Este fenómeno no es un evento aislado, sino el síntoma de una deficiencia estructural en el sistema de drenaje pluvial de la zona, particularmente crítica en el perímetro de la calle Héroe de Nacozari.
Gloria Zubieta, locataria del mercado, describe con precisión el mecanismo del problema. La acumulación de agua se extiende a lo largo de tres o cuatro cuadras, creando una masa que no es drenada con eficiencia. La situación se agrava con el tránsito vehicular, incluso durante la inundación. El paso de camiones y otros vehículos por calles anegadas genera olas que impulsan el agua hacia el interior de los establecimientos, superando cualquier barrera improvisada que los comerciantes puedan colocar. Este detalle técnico es crucial, pues evidencia que la solución no reside únicamente en prot
eger la entrada de cada local, sino en gestionar integralmente el flujo hídrico en la vía pública.
El impacto económico es cuantificable y severo. Según los reportes de los afectados, entre quince y veinte locales sufren daños en cada evento. El nivel del agua puede alcanzar hasta quince centímetros en el interior, una altura suficiente para comprometer mercancía almacenada a nivel de piso, mobiliario y, lo más preocupante, equipos eléctricos y electrónicos. La prioridad inmediata para los comerciantes al llegar a sus negocios es la seguridad: desconectar todos los aparatos eléctricos para prevenir cortocircuitos, electrocución o incendios derivados de la humedad. Solo después de esta medida de emergencia proceden a evaluar las pérdidas en productos, un proceso que se ha vuelto rutinario.
La recurrencia del problema subraya una falta de adaptación de la infraestructura urbana a los patrones climáticos actuales. Aunque existan pronósticos meteorológicos, la magnitud de la acumulación suele superar las expectativas y las capacidades del drenaje existente. Esto transforma un fenómeno natural previsible en una crisis administrativa y económica para un sector comercial ya de por sí vulnerable. La petición de los locatarios, encabezados por la señora Zubieta, se centra en la ejecución de un proyecto integral de drenaje pluvial. No solicitan paliativos temporales, sino una intervención de ingeniería que aborde la causa raíz: la incapacidad del sistema para captar y conducir el caudal de agua pluvial de manera eficiente fuera de la zona comercial.
Las implicaciones prácticas trascienden el evento inmediato. Cada inundación representa un desgaste acelerado de las instalaciones eléctricas, un riesgo latente para la integridad física de los trabajadores y una erosión constante del patrimonio de familias que dependen de estos negocios. La pérdida de equipos de refrigeración, como ya ha ocurrido en el pasado, tiene un efecto dominó, pues compromete la conservación de productos perecederos y genera una cadena de pérdidas. La solución, por tanto, no es solo una cuestión de obras públicas, sino de política de prevención de riesgos y de protección a la economía local. La continuidad de esta problemática sin una respuesta técnica definitiva pone en evidencia la necesidad de priorizar la resiliencia de la infraestructura crítica de la ciudad frente a fenómenos hidrometeorológicos cada vez más frecuentes.
















