Un Llamado a la Cordura desde el Olimpo de la Coherencia Perdida
En un acto de audacia que dejó atónitos a los ecos de los pasillos, la Suma Pontífice del Circo Legislativo, Laura Itzel Castillo Juárez, ha alzado su voz para exigir a la Venerable Asamblea de las Naciones Desunidas que, por fin, a sus ochenta venerables años de existencia burocrática, recuerde cuál era su trabajo. Con la serenidad de quien pide agua en el desierto, instó al organismo a “asumir un papel”, ese artefacto mítico que todos buscan pero nadie encuentra en el trastero de la geopolítica.
La Doctrina del Diálogo en el Reino del Monólogo
La ilustre senadora, maestra en el arte de la tautología solemne, subrayó con gravedad la necesidad de fortalecer el diálogo, respetar la autodeterminación y garantizar derechos que suenan tan bien en los discursos como escasos en los hechos. Propuso que la ONU fije “posiciones claras”, una idea revolucionaria en un mundo donde la ambigüedad es la moneda de cambio y la doble moral, el idioma oficial. Su llamado a actuar como “verdadero mediador” resonó como un deseo de que los leones se hicieran veganos de la noche a la mañana.
Al abordar las recientes bravatas del Emperador del Caos Twittero, Donald Trump, hacia Venezuela, la parlamentaria esgrimió el escudo de la soberanía intocable. “Es indispensable que la organización promueva el diálogo”, declaró, mientras en un plano de realidad alterno, las sanciones económicas y las guerras híbridas bailan su danza macabra, sordas a tan nobles súplicas.
La Transformación Nacional: O cómo repintar la fachada mientras cimentamos el mismo edificio
Cambiando de escenario con la agilidad de un prestidigitador, la presidenta del Senado aseguró que la Gran Reforma Electoral “va”, un verbo de movimiento tan inspirador como vago. La presentó como una de las metamorfosis más relevantes para el Leviatán Mexicano, justo después de la reforma judicial, esa joya de la corona que, según ella, hace que las naciones extranjeras palidezcan de envidia. Afirmó que el Congreso ha parido más de 20 enmiendas constitucionales, todas, por supuesto, “orientadas al beneficio del pueblo”, ese ente abstracto al que siempre se honra en piedra pero rara vez en pan.
Concluyó su arenga afirmando que estos cambios buscan fortalecer la democracia de salón, la defensa de los derechos humanos de papel y, de manera central, la libertad de expresión que tanto florece en los tuits oficiales. Estas reformas, nos aseguró, son “profundas”. Tan profundas, querido lector, como el océano, donde lo que se hunde en las profundidades deja una superficie imperturbable y tranquila, perfecta para navegar en el barco del statu quo.














