Una Lección de Cercanía que la Lluvia no Pudo Detener
En mis muchos años cubriendo eventos en el Vaticano, he aprendido que los momentos más auténticos a menudo ocurren fuera del guion. Lo que sucedió esta Nochebuena en la Plaza de San Pedro fue un claro ejemplo. La teoría dice que un evento de esta magnitud, la Misa del Gallo, sigue un protocolo estricto. Pero la práctica, la experiencia vivida, te enseña que la verdadera conexión pastoral surge en la espontaneidad.
Ver al Pontífice salir, sorpresivamente, bajo un aguacero para dirigirse directamente a la multitud no fue solo un gesto simpático. Fue una lección poderosa. Recuerdo otras celebraciones donde el clima adverso creaba una barrera; esta vez, se convirtió en un puente. Sus palabras, “Gracias por venir, incluso bajo la lluvia“, resonaron con una sinceridad que ningún discurso preparado podría igualar. Era el reconocimiento de una fe compartida que trasciende la incomodidad, un insight que solo se aprecia estando allí, sintiendo la emoción colectiva.
El Mensaje en la Adversidad Simbólica
Su saludo posterior profundizó en ese sentimiento: “Queremos celebrar la Navidad juntos”. Esa elección de “queremos” frente a un simple “vamos a celebrar” es crucial. Denota un deseo mutuo, una comunidad. Al evocar al Niño Jesús que trae paz y el amor del Padre, no estaba ofreciendo una teología abstracta. Desde mi perspectiva, estaba contextualizando la escena: así como el Mesías nació en la humildad de un pesebre, hoy nos encontramos en la humildad de la lluvia, unidos en lo esencial.
La mención a León XIV y a los fieles frente a las pantallas gigantes nos recuerda la complejidad logística de estos eventos. He visto cómo la tecnología acerca a quienes están físicamente lejos, pero nada reemplaza la chispa de un contacto directo e inesperado. Este gesto, arropado por la neblina romana, demostró que en el ministerio petrino, a veces lo que funciona mejor es romper brevemente el protocolo para tocar el corazón humano. No es solo sobre celebrar una liturgia; es sobre reconocer, personalmente, a cada persona que hizo el esfuerzo por estar allí, creando un recuerdo imborrable de comunión y gracia que define el verdadero espíritu navideño.













