La Fundación del Español Urgente, FundéuRAE, ha designado “arancel” como la palabra del año 2025. Esta elección no es un mero ejercicio lingüístico, sino un reflejo preciso del pulso informativo global. El sustantivo, que compitió con otros once términos finalistas, se impuso por su omnipresencia en los medios de comunicación y su penetración en el debate público durante los últimos doce meses.
El criterio de la Fundación es claro: la palabra ganadora es aquella que, más allá de su corrección o novedad, ha marcado la actualidad informativa. En esta ocasión, “arancel” ha trascendido con fuerza su ámbito técnico tradicional. Según explicó la institución, las negociaciones e imposiciones comerciales, impulsadas en gran medida por la política exterior de Estados Unidos, han centrado la agenda internacional durante meses. Los impuestos sobre las importaciones y exportaciones entre países dejaron de ser un tema reservado a economistas y juristas para convertirse en un asunto de conversación cotidiana.
“Las negociaciones y las imposiciones comerciales, promovidas por el presidente de Estados Unidos, especialmente las relacionadas con las exportaciones y las importaciones entre países, han sido las protagonistas de la información internacional durante meses, y lo siguen siendo”, destacó la Fundación.
La trayectoria histórica del término añade profundidad a su vigencia. “Arancel” ya figuraba en el Diccionario de autoridades de 1726, consolidándose desde hace siglos en el léxico especializado de la economía y el derecho. Sin embargo, su uso se ha disparado en 2025, permeando desde los análisis más técnicos hasta el diálogo social general. Este fenómeno ilustra cómo los acontecimientos geopolíticos y económicos moldean y expanden el vocabulario colectivo, llevando conceptos complejos a la primera línea de la actualidad.
“Esta voz ha pasado de estar reservada a los especialistas y al ámbito técnico a estar en boca de todos y convertirse en una palabra presente en el día a día de cualquier persona.”
El resto de candidatas conformaban un mosaico de las otras grandes preocupaciones del año. Varias estaban vinculadas a la energía, el medioambiente y la gestión de catástrofes, como “apagón”, “macroincendio” y “preparacionista”. Otras reflejaban conflictos internacionales y movimientos sociales, con términos como “boicot”, “dron”, “macrorredada” y “rearme”. La “generación Z” también figuró entre las finalistas, señalando su influencia creciente en los ámbitos cultural y social. Completaban la lista “papa”, “tierras raras” y “trumpismo”, cada una representando facetas significativas del debate público global.
Esta elección anual se ha convertido en un barómetro lingüístico de primer orden. La lista de ganadoras anteriores traza una crónica precisa de la última década: desde “escrache” (2013) y “selfi” (2014), pasando por “refugiado” (2015), “populismo” (2016) y “aporofobia” (2017), hasta hitos más recientes como “microplástico” (2018), los “emojis” (2019), “confinamiento” (2020), “vacuna” (2021), “inteligencia artificial” (2022), “polarización” (2023) y “dana” (2024). Cada una de estas palabras encapsula, en un solo término, el espíritu, los miedos y las obsesiones de su tiempo.
La designación de “arancel” para 2025 subraya, por tanto, un año definido por la tensión comercial, la reconfiguración de las alianzas económicas globales y la creciente conciencia ciudadana sobre los mecanismos que rican la economía mundial. Más que una palabra, es un concepto que condensa debates sobre proteccionismo, soberanía industrial, inflación y geopolítica. Su ascenso desde el lenguaje especializado hasta el común demuestra cómo la política económica deja de ser una disciplina abstracta para manifestarse en el precio de los bienes, la estabilidad laboral y las relaciones internacionales, afectando directamente la vida de las personas.














