En un espectáculo que mezcla el deporte con el salvajismo medieval, dos devotos del América demostraron que su amor por el equipo va más allá de los cánticos y los pañuelos al aire: decidieron celebrar la victoria de las Águilas sobre el Querétaro a golpes, dejando a un seguidor de los Gallos Blancos con el pómulo y la quijada hechos añicos. ¿Quién dijo que el fútbol ya no emociona?
El partido, que comenzó con un retraso digno de una telenovela por culpa de la lluvia (como si el cielo llorara anticipando lo que vendría), terminó con un saldo de 30 detenidos. Las porras, en lugar de animar desde las gradas, optaron por un encuentro fraternal bajo un puente del Eje 6 Sur, donde demostraron que el verdadero deporte extremo es sobrevivir a una golpiza en plena vía pública.
Mientras el Hospital General Xoco recibía a su nuevo visitante, los vecinos de la zona aprovecharon para recordar que la inseguridad no es un fenómeno nuevo, sino un efecto colateral de tener un estadio cerca. Porque nada une más a una comunidad que el miedo a salir de casa los días de partido.
Así, entre relámpagos, demoras y puñetazos, el fútbol mexicano sigue demostrando que no necesita VAR para confirmar lo obvio: aquí el único fuera de lugar es el sentido común.