En un giro tragicómico del mercado de pases, Brian Rodríguez, el astro que iluminó (o al menos intentó iluminar) el estadio Azteca, confesó entre risas nerviosas y miradas furtivas a cámaras que ya coquetea con otros amores. Mientras juró lealtad a la selección uruguaya, sus agentes reparten besos volados al Inter Miami, donde Messi juega a las Barbies con jugadores de plástico inflable.
El América, ese club que compra sueños a plazos, ahora ve cómo su “joya” (término usado generosamente) empaca maletas hacia la MLS, esa liga donde las estrellas van a retirarse… o a fingir que aún pueden correr. Rodríguez, entre lágrimas de cocodrilo y selfies con celeste, asegura que “es sólo negocios”, mientras los directivos azulcremas revisan frenéticamente el diccionario para recordar qué significa “cláusula de rescisión”.