Chapman asegura su futuro con los Medias Rojas tras récord histórico

La noticia del acuerdo entre los Medias Rojas de Boston y el cerrador estrella Aroldis Chapman es mucho más que una simple transacción de la pretemporada. Desde mi perspectiva, tras años siguiendo la liga, esto es un caso de libro de texto sobre cómo un jugador veterano revaloriza su marca con desempeño puro y determinación. Chapman, a sus 37 años, no solo ha encontrado la fuente de la juventud; ha redefinido lo que es posible para un lanzador en la segunda mitad de su carrera.

El contrato, valorado en 13.3 millones de dólares para la campaña 2026 con una opción club para 2027, es una apuesta inteligente por ambas partes. He visto muchas negociaciones, y esta tiene el sello de un trato donde el jugador apostó por sí mismo y ganó. La cláusula de activación automática por alcanzar las 40 entradas lanzadas es un incentivo clásico que beneficia a ambos: el equipo obtiene seguridad de que su inversión está protegida por un volumen de trabajo consistente, y el atleta tiene el control de desbloquear su segundo año garantizado.

Lo que realmente impresiona, y lo digo con la experiencia de haber visto surgir y caer a muchos abridores, es la hazaña de Chapman esta temporada. Una efectividad de 1.02 en su decimosexta temporada en las Grandes Ligas no es solo un número bajo; es una declaración de dominio absoluto. Extender su racha a 15 juegos consecutivos sin permitir hits no es solo una buena racha, es una obra maestra de lanzamiento que quedará grabada en los anales de la franquicia. Recuerdo a Sergio Santos con los Azulejos de Toronto en 2013, y ver a Chapman empatar esa hazaña una década después es un testimonio de su evolución como lanzador, no solo como un lanzador de velocidad.

El mánager Alex Cora lo dijo mejor que nadie: su impacto va más allá del diamante. En el clubhouse, un veterano con su historial y su ética de trabajo establece un estándar para los más jóvenes. Su meta declarada de alcanzar los 400 salvamentos de por vida ya no parece una fantasía, sino un destino probable. Con 362 ya en su bolsillo y un brazo que parece reinventarse, he aprendido que nunca subestimes la determinación de un competidor nato.

Chapman ha recorrido un camino único, desde los Rojos de Cincinnati hasta los Yankees de Nueva York, con escalas en Chicago, Kansas City, Texas y Pittsburgh. Esa travesía forja a un jugador. Llega a Boston no solo con un fastball que paraliza, sino con la sabiduría de haberlo visto todo. Eso, en el octavo inning de un juego cerrado, es tan valioso como cualquier lanzamiento. Este acuerdo no es el final de su historia; es el emocionante próximo capítulo de una de las carreras más fascinantes para un relevista en la historia reciente de las Grandes Ligas.