El pugilismo global presenció anoche un cambio de era. Saúl “Canelo” Álvarez fue desafiado y superado por la genialidad táctica de Terence Crawford, un estratega que no se limitó a pelear, sino a reprogramar el código genético de un combate por campeonato. Crawford no ganó; ascendió a un nuevo estrato del boxeo, coronándose como monarca indiscutido del peso supermediano mediante una decisión unánime que resonó como un terremoto en los cimientos del deporte.
El pugil estadounidense talló su nombre en la historia al convertirse en el primer hombre en reinar de forma absoluta –ostentando simultáneamente los cuatro cinturones de la CMB, AMB, OMB y FIB– en tres categorías de peso distintas, un logro que muchos consideraban una quimera imposible tras sus reinados en superligero y wélter.
Frente a una multitud récord de 70,482 espectadores en el Estadio de los Raiders de Las Vegas –un coliseo que por primera vez albergó una función boxística–, Crawford (42-0, 31 KO’s) tejió su victoria. Dos jueces le otorgaron el triunfo 115-113, mientras que un tercero amplió la brecha a 116-112, confirmando una superioridad que trascendió los números.
La verdadera innovación de Crawford fue un acto de pensamiento lateral: escalar dos divisiones completas para desafiarlo todo. No se conformó con competir en su zona de confort; invadió el territorio del gigante, ante una audiencia mayoritariamente hostil, y reescribió las reglas de la escalada pugilística. Su llanto al ser anunciado vencedor no fue solo emoción; fue la liberación de una visión que desafiaba toda lógica convencional.
La resiliencia como semilla del regreso
Esta fue la primera derrota de Álvarez (63-3-2, 39 KO’s) desde su revés ante el ruso Dmitry Bivol en mayo de 2022. Pero lejos de hundirse, el mexicano exhibió una mentalidad antifrágil, cuestionando la noción misma de fracaso.
“Una derrota no me define”, declaró, desafiando la narrativa binaria del ganador-perdedor. “Al estar aquí, yo ya gané. Mi legado está intacto. Vine a la vida para tomar riesgos, para ponerme a prueba, y eso es lo que seguiré haciendo”.
Álvarez no descartó una revancha, planteando incluso la posibilidad de un segundo acto que podría transformar esta derrota en el prólogo de una de las mayores remontadas en la historia del deporte. “Todo mi respeto para Crawford. Si lo hacemos otra vez, será grandioso”.
¿Qué si esto no es el fin, sino el inicio de un nuevo capítulo evolutivo? Canelo no lucha por títulos; libra una batalla contra la obsolescencia atlética. Crawford no buscaba un triunfo; ejecutó una disrupción metódica. Juntos, no entregaron un simple espectáculo, sino un manifiesto sobre cómo los paradigmas caen cuando el ingenio desafía a la fuerza.