El absurdo ballet final por el título del Este

En el coliseo postmoderno del béisbol profesional, donde el espectáculo ha suplantado al deporte, nos encontramos ante una de esas joyas de la lógica corporativa: el Gran Duelo Final por el Glorioso Título del Este de la Liga Americana. Tras un maratón de 161 funciones —perdón, juegos—, el veredicto sigue en el aire, a pesar de que los tres protagonistas principales ya tienen su pase dorado a la siguiente ronda del circo. Una tautología magnífica que solo las mentes más brillantes del marketing deportivo podrían concebir.

Este domingo, en un alarde de sincronización digno de una coreografía estalinista, los Toronto Blue Jays y los New York Yankees se enfrascarán en una disputa épica… desde aproximadamente 800 kilómetros de distancia. Mientras Toronto agasaja a los Rays de Tampa Bay en su cúpula climatizada, el Bronx recibirá a los Orioles de Baltimore. Dos obras de teatro simultáneas cuyo desenlace dependerá no tanto de la hazaña atlética, sino de la capacidad de cada elenco para descifrar las enrevesadas reglas del torneo.

La consigna para alzarse con la preciada corona divisional es de una simplicidad pasmosa: debe ganar su propio encuentro y, acto seguido, suplicar a los dioses del azar que su némesis pierda el suyo. Ambos rituales comenzarán casi al unísono, con una diferencia de minutos calculada al milímetro para maximizar la agonía del aficionado, convertido en un espectador de un reality show de altísimo presupuesto.

Por si este guion no fuera lo suficientemente rocambolesco, existe la posibilidad de un empate. En tal caso, los árbitros del destino han decretado que los Blue Jays serán coronados debido a que, a lo largo de la interminable temporada, ganaron más capítulos de la telenovela particular contra los Yankees. Una ventaja estadística que convierte al equipo de Toronto en el favorito del algoritmo, relegando el heroísmo del último minuto a un mero trámite contable.

¿Qué necesitan, en definitiva, estos paladines del bate y el guante para alcanzar la gloria? He aquí el decálogo del absurdo:

Blue Jays: La victoria en casa los consagraría, no por una gesta memorable, sino por haber ganado el “desempate histórico”, un concepto tan etéreo como irresistible para los comentaristas. Si pierden, su destino quedará en manos de los Orioles, unos actores secundarios que, sin saberlo, tienen el poder de alterar el curso de la historia.

Yankees: Triunfar en su feudo solo les dará el derecho a mirar con ansiedad hacia Canadá, donde necesitan que los Rays, unos meros comparsas en esta obra, hagan su trabajo sucio. Una derrota neoyorquina los eliminaría ipso facto de la contienda, demostrando que en este teatro lo único predecible es la imprevisibilidad.

Así, el béisbol, ese deporte que alguna vez fue un pasatiempo, se transforma en una compleja alegoría de la meritocracia en la era de los datos, donde el título final a veces es solo el subproducto de una fórmula matemática.

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