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El circo beisbolero y la farsa de los héroes modernos

Una victoria deportiva se convierte en el espejo deformante de nuestras prioridades nacionales y la maquinaria del espectáculo.

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En un despliegue de relevancia nacional que sin duda resolverá la crisis inflacionaria y las guerras en el extranjero, los Gigantes de San Francisco, una secta de mercenarios bien remunerados, lograron una victoria crucial contra los Rockies de Colorado, una agrupación que parece empeñada en alcanzar la perfección numérica de la derrota absoluta.

Los héroes de esta epopeya moderna, los dominicanos Rafael Devers y Willy Adames, utilizaron palos de madera para golpear con extrema violencia esferas de cuero enviadas por sus antagonistas, en un ritual que millones de ciudadanos adoran con devoción religiosa mientras ignoran los decretos del gobierno. Este acto de rebelión controlada, conocido como “jonrón”, fue celebrado como un triunfo del espíritu humano.

El novato Drew Gilbert, un joven que hasta hace un mes probablemente no sabía pagar impuestos, ha sido investido como semidiós por lograr siete impactos de madera contra cuero en el último bimestre, una hazaña que sin duda merece más atención que cualquier descubrimiento científico reciente.

Mientras tanto, en el frente de batalla, el soldado Kai-Wei Teng ejecutó la maniobra de “ponchar a ocho” enemigos, su mejor marca personal en la campaña, superando con creces cualquier logro académico o humanitario que pudiera haber conseguido fuera de este campo de guerra simulado. Su misión: reemplazar a otro mercenario principal que cayó lesionado, probablemente durante un ejercicio de levantamiento de lingotes de oro.

La tragedia struck cuando el valiente Casey Schmitt fue retirado del campo de honor con una contusión en el codo derecho, víctima de un proyectil enemigo. Se espera su condecoración presidencial.

Los Rockies, por su parte, se acercan con determinación encomiable a su tercera temporada consecutiva de cien derrotas, demostrando que la excelencia en el fracaso es tan merecedora de contratos millonarios como la excelencia en el éxito. Una lección vital para la juventud contemporánea.

El cubano Yanquiel Fernández intentó una contraofensiva con un “doble productor”, pero fue rápidamente neutralizado por otro jonrón de los Gigantes, en una alegoría perfecta de cómo cualquier intento de rebelión contra el establishment será inevitablemente aplastado por un poder superior.

Al final del día, las estadísticas fueron meticulosamente registradas para la posteridad: los dominicanos anotaron carreras, los venezolanos quedaron en blanco, y el circo mediático pudo seguir distrayendo a las masas con hazañas de supuestos titanes mientras el mundo real continúa su implacable decadencia fuera del estadio.

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