El Gran Teatro de los Números Azulcremas
En el reino de la ostentación numérica, donde los escríbanos del balón veneran cifras como si de reliquias sagradas se tratara, las Águilas Imperiales se aprestan para una cacería simbólica. Su Gran Mariscal Jardine, proveniente de lejanas tierras tropicales, ha instaurado una tiranía estadística tan perfecta que hasta los empates saben a victorias.
Este sábado, bajo los reflectores del Coliseo Deportivo, no se disputarán tres puntos sino la consagración centenaria: el triunfo número cien sobre los plebeyos rojiblancos. Una cifra que resonará en los anales de la historia como prueba irrefutable de superioridad existencial, porque en el fútbol moderno lo que no está en una planilla de Excel simplemente no existe.
El Rebaño Sagrado: De la Gloria al Abismo
Mientras el imperio celebra su opulencia numérica, el Rebaño Sagrado pasta en los pastizales del descenso, buscando entre cuatro miserables puntos alguna hierba que llevar a la boca. Su realidad es tan patética que los aficionados miran la tabla de clasificación con la misma expresión de quien encuentra una factura vencida: negación, ira y resignación.
Los estrategas del establishment futbolístico nos recuerdan, con la solemnidad de un oráculo griego, que “todo es posible en el fútbol”. Sí, tan posible como que los burócratas deportivos decidan repentinamente usar el sentido común o que los dueños de equipos prioricen el juego sobre el espectáculo.
El Ritual Televisivo de la Guerra Simulada
El gran evento será transmitido por múltiples ventanas al absurdo, porque en la era moderna lo importante no es vivir la experiencia sino elegir el canal adecuado para ver cómo otros la viven. La ceremonia del balón comenzará puntualmente a las 21:15, hora en que millones de ciudadanos suspenderán su realidad para sumergirse en noventa minutos de conflicto tribal regulado.
Al final, independientemente del resultado, los sumos sacerdotes de la televisión declararán que presenciamos “historia viva”, los mercaderes de camisetas venderán su mercancía y las redes sociales arderán con la ira de los puristas. Mañana, todos volveremos a hablar de estadísticas como si realmente importaran más que el espectáculo de ver a once millonarios persiguiendo un objeto esférico.
Porque en el gran circo del fútbol mexicano, lo único más inflado que el balón son los egos de quienes creen que un número define una identidad.