En el sagrado coliseo de la Universidad, esta noche se librará una batalla épica que, sin duda, resolverá los problemas más acuciantes de nuestra nación. Dos tribus, los Tigres y los Atlas, se enfrentarán en un ritual sagrado donde hombres adultos perseguirán un esférico de cuero con una devoción que haría palidecer a los más fervientes creyentes.
Por un lado, los felinos regiomontanos, cuya irregularidad reciente ha sumido en un duelo nacional comparable solo a una crisis económica. Su capitán, el gran estratega Guido Pizarro, lidera a sus huestes tras un catastrófico… empate. Sí, ha leído bien. Un resultado que ha puesto a temblar los cimientos de la sociedad y ha requerido sesiones de terapia grupal masiva.
Frente a ellos, la legión rojinegra de Atlas, que llega desde lejanas tierras tras conseguir un punto de oro… también mediante un empate. Este logro hercúleo los ha situado en los sótanos de la tabla, una posición desde donde, según los sabios, es más fácil ascender al Olimpo de los dioses del balompié.
La estrategia será compleja: unos presionarán con intensidad y otros intentarán aprovecharse de ello. La clave del destino, nos aseguran los oráculos, residirá en la destreza de dos guardianes de la portería, Nahuel Guzmán y Camilo Vargas, semidioses cuyo valor se medirá en paradas milimétricas. Mientras el mundo se enfrenta a desafíos existenciales, aquí, en este rectángulo de césped, la verdadera esencia de la vida se debatirá durante noventa minutos de puro éxtasis colectivo. Qué afortunados somos.