La planificación estratégica previa a un Mundial: una lección de logística
Confirmar las fechas de un torneo como el Clausura 2026 no es solo un anuncio administrativo; es el primer movimiento táctico de un año definitorio. La Federación Mexicana de Fútbol, bajo el liderazgo de Mikel Arriola, ha delineado un calendario que, desde mi experiencia, refleja las duras lecciones aprendidas en ciclos mundialistas anteriores. El inicio el 9 de enero y la inclusión de tres jornadas dobles no son casualidad. Son la respuesta pragmática a un dilema constante: mantener la emoción de la Liga MX sin desgastar a los jugadores que serán pilares en la Selección Nacional para el Mundial 2026.
La Liguilla: un formato purgado de distracciones
La decisión de eliminar el Play-in y compactar la Liguilla es un acierto que aplaudo. He visto cómo las fases extendidas pueden fracturar la concentración de un plantel. Aquí, la prioridad es clara: los Cuartos de Final en mayo, las Semifinales en rápida sucesión y una Final definida para el 24 de mayo. Esto crea una narrativa de intensidad creciente. Pero el detalle crucial, uno que solo quien ha estado en un vestuario valora, es la liberación de los convocados al Tricolor el 30 de abril. Esa semana de transición antes de integrarse con Javier Aguirre no es “vacación”; es un puente mental vital para cambiar el chip de lo clubes a la absoluta.
El intrincado baile con la Concacaf Champions Cup
El verdadero desafío logístico, sin embargo, yace en la sincronización con la Concacaf Champions Cup. El calendario de este certamen continental, con sus rondas de Eliminatoria, Octavos y Cuartos entre febrero y abril, pondrá a prueba la profundidad de las plantillas. En mis años, he aprendido que un club que avanza en ambas competiciones debe manejar dos cronogramas en paralelo: el de la liga doméstica y el de la gloria continental. La Final continental el 31 de mayo, casi un mes después del campeón local, es un recordatorio de que la temporada para algunos se extiende más allá de los límites nacionales. Esta superposición es donde la teoría del “plantel amplio” choca con la práctica de las lesiones y la fatiga, un equilibrio delicado que define carreras y legados.















