El divino espectáculo del felino y el condenado

El Gran Teatro de las Contradicciones Balompédicas

En el majestuoso Coliseo del Volcán, donde las masas acuden a venerar el nuevo opio del pueblo, se prepara una función que trasciende lo meramente deportivo para convertirse en una perfecta alegoría de nuestro desigual sistema social.

Por un lado, los augustos Tigres, esa institución académico-deportiva que ha perfeccionado el arte de convertir capital económico en éxito futbolístico, regresan a su santuario luego de ese paréntesis conocido como “fecha FIFA”, ese curioso periodo donde los mercenarios del balón cambian de patrón temporalmente.

Los felinos aristocráticos, ahora guiados por el estratega Guido Pizarro, ostentan un pedigrí envidiable: seis triunfos, cinco acuerdos de caballeros y apenas una miserable derrota. Se encuentran cómodamente instalados en la quinta posición del Olimpo tabular, desde donde miran con benevolencia a los mortales que se debaten en las profundidades.

El Contraste Absurdo

Frente a esta maquinaria bien aceitada se alza, o más bien se tambalea, el pobre Necaxa, ese equipo que parece participar en el torneo por error administrativo. Los Rayos, irónicamente incapaces de generar chispa alguna, se arrastran en la penúltima morada de los condenados, acumulando tan solo nueve monedas de oro en sus arcas vacías.

Sus hazañas incluyen siete fracasos estrepitosos, dos milagros estadísticos y tres actos de caridad rival. Bajo el mando filosófico de Fernando Gago, los hidrocálidos han perfeccionado el arte de no ganar, acumulando tres funciones consecutivas sin saborear las mieles del éxito.

El Ritual Programado

Este espectáculo de desigualdad programada tendrá lugar el viernes 17 de octubre a las 21:00 horas, justo cuando las masas han digerido su cena y están listas para el panem et circenses moderno.

  • Hora del sacrificio: 21:00 horas
  • Anfiteatro: Universitario (Volcán)
  • Transmisión oficial: TV Azteca, ese otro templo de la realidad alterna

Mientras tanto, en algún lugar, un burócrata del deporte sonríe satisfecho ante esta perfecta representación del establishment versus el desvalido, porque al final, alguien tiene que perder para que otros puedan sentirse superiores.

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