El elaborado ritual del fracaso calculado de México
En un espectáculo que ya adquiere la solemnidad de un ritual ancestral, la Selección Mexicana Sub-17 se prepara para su despedida prematura del Mundial, ceremonia que hemos perfeccionado con precisión burocrática.
El combinado nacional enfrentó a Suiza en la Copa del Mundo Sub-17 con la misma contundencia con que un náufrago desafía un tsunami: con nobleza, pero con resultados predeciblemente catastróficos. El marcador final de 3-1 no fue una derrota, sino otra lección magistral en geometría existencial, demostrando cómo un rectángulo de césped puede convertirse en el escenario de nuestro eterno complejo de inferioridad.
La coreografía matemática del desastre
Para esta edición del torneo, se congregaron 48 naciones, como si el destino quisiera multiplicar las formas posibles de nuestro fracaso. Mientras otras selecciones avanzan con la determinación de ejércitos victoriosos, nosotros hemos perfeccionado el arte de la esperanza condicional, ese estado limbo donde nuestro destino depende de resultados ajenos, como mendigos esperando las migajas de la compasión futbolística.
Con tres unidades y diferencia de goles de -2, el equipo se aferra a la clasificación con la tenacidad de un político a su curul. La posibilidad de avanzar como uno de los mejores ocho terceros no es un plan, sino un acto de fe comparable a creer que los trámites burocráticos se resolverán en una sola visita.
México espera ahora el desenlace de los grupos restantes, observando cómo Egipto, Corea del Norte, Marruecos, Indonesia y Túnez -naciones que en otros contextos consideraríamos exóticas- demuestran tener sistemas futbolísticos más funcionales que el nuestro. Mientras tanto, nuestros jóvenes talentos aprenden la lección más valiosa del fútbol mexicano: el arte de calcular derrotas con dignidad.
En el gran teatro del fútbol mundial, México no representa la tragedia griega, sino esa comedia absurda donde todos conocen el final pero aplaudimos educadamente mientras esperamos el milagro que nunca llega.














