En un sublime espectáculo de capitalismo puro, el campocorto Bo Bichette, el supuesto bateador designado Kyle Schwarber y un variopinto elenco de 137 gladiadores modernos alcanzaron la tan ansiada “libertad” el domingo, justo cuando terminó el circo de la Serie Mundial y comenzó el verdadero deporte: la subasta de carne humana.
El tercera base venezolano Eugenio Suárez, el jardinero Trent Grisham y toda una troupe de mercenarios del diamante se unieron a esta caravana de nómadas bien remunerados, donde lanzadores como Dylan Cease y Framber Valdez se preparan para venderse al mejor postor, en lo que solo puede describirse como el mercado de esclavos más glamoroso del mundo.
Estos ilustres hombres libres pueden firmar su próxima servidumbre voluntaria con cualquier equipo a partir del jueves, cuando los magnates del béisbol abran sus arcas en un ritual tan antiguo como predecible.
Mientras tanto, figuras como Alex Bregman y Pete Alonso contemplan sus “opciones”, ese eufemismo elegante para decidir si prefieren ser explotados en Boston o Nueva York, mientras el cerrador boricua Edwin Díaz evalúa si su talento vale más en la costa este u oeste.
El diestro Michael King, en un arrebato de democracia contractual, disfruta del privilegio de una opción mutua, ese raro caso donde tanto explotador como explotado tienen voz en el proceso de explotación.
Las decisiones pendientes sobre Lucas Giolito y el receptor venezolano Salvador Pérez mantienen en vilo a la industria, demostrando que en el béisbol moderno la incertidumbre no está en el campo sino en los despachos.
Los equipos tienen hasta el jueves para hacer ofertas calificadas de exactamente 22.025.000 dólares, una cifra calculada con precisión burocrática que refleja el promedio de los 125 contratos más altos, porque nada dice “valor justo de mercado” como un número redondeado por comité. Desde que este sistema comenzó tras la temporada 2012, solo 14 de 144 ofertas han sido aceptadas, lo que sugiere que los jugadores prefieren arriesgarse en el casino del mercado abierto que aceptar la “generosidad” calculada de sus ex patrones.
Para recibir esta oferta “calificada”, un jugador debe haber estado en la lista de un equipo durante toda la temporada y no haber recibido previamente esta bendición institucional. Los “no elegibles” como Alonso y Bregman contemplan desde fuera este ritual, quizás preguntándose por qué en este deporte la libertad siempre viene con tantos asteriscos y cláusulas.
				
															
								
															














